¿Quién es Santiago Maldonado?

Si Santiago no fuera Santiago, y Santiago sería otra persona, el viernes hubiera estado marchando con nosotros, pidiendo por la aparición con vida de Santiago.

Miles de personas en Rosario marchamos hacia el Monumento a la Bandera exigiendo la aparición con vida de Santiago Maldonado, desaparecido hace un mes por las fuerzas represivas del Estado.

Si Santiago no fuera Santiago, y Santiago sería otra persona, el viernes hubiera estado marchando con nosotros, pidiendo por la aparición con vida de Santiago.

Porque ese es Santiago. Es mucho más que un desaparecido. Es una persona que sufre las injusticias, y que hace algo al respecto, que se manifiesta.

Entonces, ¿quién es Santiago Maldonado?

Santiago es tatuador. Hace algunos años se dio cuenta que su talento de darle tinta a la piel, podía llevarlo de viaje por el mundo. Comenzó a hacer sus dibujos, consiguió una máquina para tatuar, cargó todo eso en su mochila, y salió de viaje.

Así, con sus herramientas para poder vivir el día a día, tomó su mochila y salió a recorrer Sudamérica, como muchos de nosotros lo hemos hecho. Pienso que tal vez pude haberlo conocido, alguna tarde en la Plaza de Armas de Arequipa, sentado en el Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, o disfrutando del sol en alguna playa de Ecuador. Tal vez haya experimentado las mismas sensaciones que sentimos los que alguna vez viajamos de esa forma. Se habrá ido a dormir muchas noches sintiendo esa deliciosa incertidumbre de no saber que va a pasar mañana, que suelo iría a pisar al día siguiente. Seguro sintió que el sentimiento de patria iba más allá de las fronteras que marcan los mapas, y que cualquier latino, o hasta cualquier ser humano, podía ser su hermano. Lo cierto es que Santiago podría ser el hermano de cualquiera de nosotros.

La ruta lo llevó a la Patagonia, donde conoció la localidad de El Bolsón. Se instaló un tiempo allí, y tenía su lugarcito en la feria de artesanos, donde se había hecho de muchos amigos. Ese lugarcito hace un mes que está vacío. Los feriantes se acuerdan de él todos los días, como el loco que estaba todo el tiempo jodiendo, que le daba un toque de alegría a la feria, y con el que no se podían enojar, porque en cada una de sus actitudes había un dejo de inocencia.

Así fue que en la Patagonia conoció a la comunidad Pu Lof mapuche Cushamen. Y se indignó por la injusticia. Porque es injusto que las tierras de una comunidad ancestral, tierras que los mapuches vienen caminando hace cientos de años, sean arrebatadas para el uso y abuso de un empresario italiano. Porque es injusto que 500 años después de la conquista de América, la colonización siga en pié y sigan haciendo negocio propio con las tierras que algunas comunidades originarias consideran sagradas. Santiago vio a los ojos a los mapuches, y en esos ojos vio a un hermano, tal como pudo ser un boliviano, un marplatense o un wichí. Sintió esa injusticia en su propia piel, y se solidarizó con sus nuevos hermanos.

El resto es historia conocida. Gendarmería ingresó en las tierras en las que la Resistencia Ancestral Mapuche estaba haciendo una toma pacífica. Rompieron a pura violencia con lo pacífico de aquella toma, y la violencia se les fue de las manos. Cuando los manifestantes huían nadando por el río y Santiago no se pudo tirar, porque le tenía pánico al agua después de una mala experiencia cuando casi se ahoga años atrás, en ese momento se lo llevaron, y la violencia se les fue de las manos.

Algo hicieron con Santiago, y no nos quieren decir. Por eso Patricia Bullrich no puede mirar a la cámara cuando le preguntan por él. Por eso nos quieren hacer creer que Santiago es un colgado que se fue, y capaz tenga el celu sin batería. Pero estamos despiertos, y con dos dedos de frente, entendemos que a Santiago lo desapareció el Estado forzosamente. Eso no huele a democracia, eso huele muy mal. Si Santiago desapareció, hasta los amigos del barrio y la persona que amas pueden desaparecer. Y “perderse no es lo mismo que desaparecer”, como decía Videla cuando le preguntaban por las miles de personas que en los 70 faltaban en la mesa de los domingos.

Entonces, ¿qué hubiera hecho Santiago Maldonado si se enteraba que la Gendarmería desapareció a un pibe que, cómo vos y yo, estaba luchando por algo justo? Seguro hubiera salido a la calle, hubiera pintado las paredes y hubiera gritado exigiendo justicia. De la misma forma que él se encareció con la lucha mapuche, hoy nos encarecemos nosotros al ver sus ojos en todos lados, pero su presencia en ninguna parte.

No me tranquilizo nada, no me pienso quedar callado. Hay un pibe que hoy nos falta en la mesa familiar, en el quincho de algún camping, o donde sea que el haya querido estar. Cómo tenemos memoria por los 30.000 que nunca volvieron, hoy exigimos saber dónde está Santiago Maldonado.

 

 

Texto: Gonzalo Luján Salguero

Foto: Mariano Ferrari

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