Farolitos en Sportivo América: Nuestra parte de la tierra

Farolitos salió a la cancha de un Sportivo América repleto de ilusiones. Desde los retazos del pasado, martillando el presente, embanderando el futuro.

La gran mayoría de los presentes sumamos con más de una mano las veces que vimos a Farolitos, cada una de ellas para nosotros lleva guardada una intención. Imposible esquivar los sentimientos encontrados en esa cancha vistiendo la casaca verde distintiva del club local, hoy jugando otro tipo de partido. Nos juntamos de a miles las hormigas y construimos algo más que un recital, no es sólo rocanrol.   Ese sábado desde la tarde nos encargamos de dedicarnos plenamente a nosotros, los pibes del club y toda la banda que, con o sin remera verde, pateamos las mismas calles. Nos mirábamos, recordábamos nuestras sonrisas, las mostrábamos mientras corría la jarra y brotaban historias: pasaba La Renga, Divididos, los redondos, la última vez que vimos a Faroles. Y ahí estaba el Nico, que se vino desde las entrañas de Santiago del Estero a conmoverse, a ser parte. Éramos los de siempre, la memoria intacta.   Y hablando de eso, ese día 16 de Septiembre marcaba que 41 años habían pasado desde que los brujos querían llevarse puesto todas las ilusiones de la juventud, no lo han logrado. Como decía Ernesto: “si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”. Y la memoria se despierta cada vez que Marquitos Migoni y sus compañeros  se suben arriba de un escenario.   Alrededor de la medianoche en la esquina de Tucumán y Balcarce ya se empezaban a juntar abrazos de a montones, la familia farolera festejaba la comunión. En esa cancha jugó la fraternidad, sonó rocanrol, se bebió nostalgia y se vivió la ilusión. La banda oriunda de zona oeste demostró que no es una moda, es una construcción de años, que junta luchas, que las aúna. Familias con sus hormiguitas, pibes y pibas con sus banderas en el pogo, ésa es la fotografía que nos enseña esta banda hermana, que ya es nuestra, compañeras y compañeros.   Desde el sonido y las imágenes de fondo el recital fue impecable. No quiero dejar de lado grandes bandas y músicos rosarinos, que tanto nos dan, pero Farolitos juega todas las cartas. La producción del concierto es única en Rosario, desde las condiciones de seguridad, la camaradería desde arriba del escenario para abajo es tan sólida como ejemplar, las letras no están sueltas en el aire, se ponen en juego en cada acción. Farolitos nos enseña a jugar y a pensar.   La formación repasó sus tres placas discográficas en más de dos horas y hubo invitado de lujo: Jorge Fandermole se hizo presente con sus letras inundadas de corazón y desbordó las almas con arpegios de remansos y rasguidos dignos y eternos de la clase trabajadora.    Me desvelaban cuando bailaban sobre mi tumba. “Yo sabía que a Santiago se lo llevó gendarmería”. “Hoy tocan los faroles, Santiago dónde está”. Estos gritos, multiplicados por cientos de bocas, empezaron a colarse entre canción y canción. Cerca del final, las pibas y los pibes del Club El Luchador y del Federal subieron una bandera exigiendo por la aparición con vida de Maldonado mientras contaron su militancia y organización de los clubes de barrio. La piel de gallina se apoderó de mi cuerpo, recordé las palabras de Sergio Maldonado y de Nora Cortiñas y nuevamente las lágrimas se pasearon por mi cara. Como todos los muertos y desaparecidos que cuenta el pueblo argentino, como cada lucha, como cada bandera que pintamos, como cada rocanrol que suena por nuestra cabeza. Habrá que vengar la libertad.     Texto: Tomás Faranna Foto: Ana Laura

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