Colectivos culturales unidos de la ciudad organizaron un Carnaval de Emergencia Cultural en el parque, con los shows de Ckck y Chokenbici.
Es difícil pensar la idea de carnaval en tiempos de pandemia. Si bien estamos en un buen momento en Rosario, con una meseta decreciente de casos, y con actividades culturales desarrollándose con mayor fluidez semana tras semana, el concepto carnavalezco de encuentro, espuma y corso, es casi utópico. Por suerte en esta ciudad tenemos colectivos que se ponen al hombro la organización y la lucha cultural, y hacen que sucedan cosas hermosas.
Y hablo de lo que sucedió este lunes feriado de carnaval en el Parque Scalabrini Ortiz, o como nos estuvimos atreviendo a llamarlo, el ScalaBritney. El Movimiento Unión Groove, organizado junto al colectivo Micelio, Fuega Producción y les siempre presentes militantes de la técnica, Surco Producciones, Palu Gallardo y Luquitas Roldán, gestaron las condiciones materiales, sociales y emocionales para que el dúo Ckck y Chokenbici hagan sus presentaciones musicales de fomento del placer. Claro, con toda la responsabilidad social que demanda el contexto, fomentando el distanciamiento social y el uso de barbijos, para que pueda suceder lo que tanto deseamos: el disfrute de la música en vivo, desde el baile y el compartir.
Con todo el público ya sentado y acomodado, las pruebas de sonido realizadas y las expectativas listas, comenzó la presentación de Ckck. Con muchísima calma, repasando algunas canciones de su primer álbum Ese es el cielo y este es tu lugar, desde lo instrumental hacia las frases que nos hacen repensarnos. Con suavidad, acompañando la situación del público disfrutando sentado, pero que de a poquito se fue parando, a medida que las canciones iban subiendo gradualmente su intensidad.
Pasando también por el single Cables Pelados, algunas de Bazar, y otros temas que hacía un buen tiempo no tenían la oportunidad de tocar. Y así llegó el esperado momento de presentar Tablada Hollywood, su último material de estudio, en un contexto en el que les espectadores pudieran salir del lugar de la quietud y protagonizar la escucha con sus cuerpos. Fue un formato de set que repasó las cinco canciones, estallándonos en baile y goce. Con el espacio y el respeto que abunda en este ambiente hermoso.
Gradualidad sonora y emocional, desde la calma casi acústica hasta la explosión electrónica de baile. La presentación del dúo Ckck tuvo luz de mil matices, y fue de la forma que estaban necesitando, tanto el Colo y el Kolia, como todes les que lo disfrutamos.
Momento de respiro, para apoyar la barra autogestiva con cerveza artesanal de emprendimientos locales, Amargo Obrero preparado con amor y hamburguesas de la cooperativa Prana. Las ovejas de Micelio se encargaron de que el escenario esté increíble con triangulos de led y bicicletas hipnóticas, y encima también se encargaron de cuidarnos y brindarnos alcohol, hablándonos del distanciamiento y el uso de barbijo. Giraba cada tanto el cubo mágico (a la gorra no la queremos ni nombrar) que financiamos entre todes y que hace que todo esto sea posible.
Llegó el momento del Chokenbici. Dream team del MUG, elegides del baile. Pioneres en esto del escenario parquizado de verano en pandemia, volvieron a dar un show de danza garantizada. Acercándote por momentos al viaje mental de armonías bien calculadas en las teclas de Mauro Giolitti, para agarrarte y dejarte quebrando cadera con golpes de octapad de Lauti Canals, un bajo endemoniado de Colo Mariño, y loops y cantos estelares de la siempre en fuego Ani Bookx.
Invitación especial para el distorcionado y viajero saxo de Iván Rosianski, fomentando el trance groovero que nos poseía. Fueron pasando así sus ya clásicos del baile y los saltitos fitness. Rayos láser, likes retroalimentados y who tha fuck?. Todo eso y más, batiendo tus planes para conquistar, dejando de contar las horas.
Épico cover de Maniac, con estribillo en español que te deja en modo no la podés creer, y ronda de agites con la cumbia matabebé. El choke que te lleva puesto pero no te daña. Lo han hecho una vez más. Una bomba.
Todo este amor autogestivo sucedió bajo un álamo iluminado hermosamente. Les gestores independientes de la ciudad entendieron que también están unides por las problemáticas que les atraviesan. Eso les encuentra, y de ese encuentro surgen estos actives, estas jornadas de arte organizado, posicionado políticamente con objetivos claros y apertura para la sociedad rosarina.
No me canso de decir que en mi ciudad están pasando cosas. Cosas importantes, cosas hermosas, cosas increíbles. Somos contemporánees de una generación que entiende su poder de transformar los paradigmas, que no se queda inmóvil ni callada ante la inacción de las secretarías que hacen poco y nada por la cultura. Hay un nivel artístico de altísimo vuelo, unas ganas militantes de compartirlo que nos invade cada vena de nuestro cuerpo. Y hay placer, lo que hace que toda esa lucha valga la pena. Cada vez estoy más convencido de que es por acá.
Texto: Gonzalo Luján
Fotos: Gabriel Lovera y Mariano Ferrari
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