Hacía un año y algo más que Mocchi no venía desde su tierra natal, Uruguay, a una gira que recorrerá algunas ciudades de la Argentina llevando sus canciones.
Mocchi es militante de la música independiente dado que siempre fue su única opción y lo pensó como una elección política e ideológica. Fue gracias a eso que exploró ese camino llegando a lugares donde no se hubiese imaginado llegar de otra manera, atribuyendo el mérito a la gente, quiénes gracias a ellos fueron moviendo sus canciones por ahí mientras se adueñaron del mensaje y lo difundían.
Es jueves por la noche en Casa Brava, y Mocchi se está preparando para su segunda fecha en Rosario, de la cual agotó las dos fechas en menos de quince minutos cuando se anunció que vendría a nuestra ciudad. Siempre recuerda de su primer show donde fueron a verle dos personas, y ahora está encabezando una gira donde se agotaron las entradas
La noche empieza con Chico López, su telonero, que también es su sonidista. Es toda una experiencia escuchar a Chico López, porque despliega sus canciones con unas letras llenas de paisajes bien narrativos con un estilo setentoso rockabilly.
Luego, Chico López pasa al control de las consolas del sonido, y le da el lugar a Mocchi en una propuesta de un escenario con un sillón; su carpeta de canciones que las tiene ahí por más que sepa las canciones solo para darle seguridad; su guitarra; a Luis Volcoff, su compañero de travesías en el teclado y la voz de Mocchi potente con un delay programado, arrancando su repertorio con la canción “Sabrás” cantándole al público que la música es la excusa que nos lleva a todos y que cambiaremos de algún modo al mundo con tan solo una sonrisa.
Mocchi rompe los límites del escenario, porque es donde se siente en su momento de libertad siendo Mocchi en todos los sentidos. Es como ver alguien que está siendo feliz. Y no pasa un poco más de la segunda canción donde se baja del escenario mientras canta y se quiebra en lágrimas de la emoción, dejando el micrófono y va directo a abrazar a una persona del público que hacía un montón de tiempo que no veía. Ambos lloran. El público entre no entender y entender se emociona. Luego Mocchi sigue cantando, pero con toda su emoción. De algún modo nos remitió al resto esa sensación de felicidad de todas esas personas donde pasó mucho tiempo sin podernos ver y que al reencontrarnos nos genera un acto muy puro de amor.
Estaba claro que nos estaba dejando ese mensaje, el reencuentro entre nos, iba a ser hermoso.
La noche sigue con Mocchi, su repertorio, y Luis Volcoff. Que es una fascinación verlos a los dos en el escenario, ya que se desprenden de una dinámica muy particular, es como si tuvieran una ecuación de como divertirse, celebrar la amistad y la música de una manera calculada, exacta y única. Condimentan a esta entrega sumando desde la espontaneidad a Luciano Jazmín, músico local, poniendo a sus canciones el aporte de un violín.
Cada canción que suena está acompañada de una anécdota o monólogo que a veces tienen que ver con la canción que va a suceder. A veces cada historia hace que el público termine riéndose para luego escuchar una letra muy cruda sobre las cosas que atraviesa Mocchi en su realidad y que invita a identificarte.
Para Mocchi a la hora de escribir una canción su proceso creativo es la lucha. Cada canción tiene que decir algo que aporte al mundo, tiene que ser un mensaje que aporte algo nuevo, si no, no sirve.
Me pasa que no puedo evitar cada tanto mirar las reacciones de las caras que están en otras mesas. Veo fascinación y asombro por la voz de Mocchi, veo emoción en un punto donde más de uno, llora por la profundidad de la letra. De algún modo las letras tocan puntos frágiles en el público y es como que sanan de alguna manera.
“Díaz sin voz” es una canción sobre una ruptura amorosa y como se sigue después de eso, en ese momento, pasa a ser un momento clímax de la noche, donde en este juego de Mocchi de ser libre en el escenario invita a quien quiera a sumarse a cantar. Se suman dos personas al escenario, pero el público también se anima a cantar. Fue de un modo sorprendente porque la letra se empodera de otra manera. No era solo Mocchi, era toda la gente que sentía lo mismo.
Mocchi comenta entre una anécdota con un remate importante, es cómo agradece que haya aparecido en su vida la lucha transfeminista, dado que es algo que le atraviesa y si bien considera al género como una construcción pero no como algo impuesto, casi todas sus canciones se puede apreciar la deconstrucción, reconociendo que hay un montón de lo que hay que aprender, y es así como la música que hace es para mover el mundo, dando pie al momento más importante de la noche: “Mi grito”, una especie de himno que compuso en un momento de tristeza absoluta, que ahí fue el momento que se le apareció el abrazo auténtico del transfeminismo, porque para Mocchi una cosa es saber que existe, y otra cosa es que te abrace. Remarcando que siempre una crisis siempre es una oportunidad para el abrazo.
Otro de los temas que se tocan de la noche es sobre cómo estas décadas golpeó la derecha neoliberal al pueblo, de la propia coyuntura social, de la desigualdad y de la violencia institucional. Contando sus historias que vivió en carne propia, haciendo entender que eso existe y que tiene que tener voz, invitando a que haya una reflexión en los espacios que se habitan, haciendo una pregunta al público: ¿Ustedes escuchan canciones que tengan conciencia de clases? Y es ahí donde suena “Mismo momento”, la descripción narrativa de un paisaje golpeado por la propia derecha, que, si bien se sitúan a tiempos pasados, también se adapta al presente, el momento político nefasto que están viviendo Uruguay.
Mocchi agradece siempre a la gente que sostiene la música independiente, porque fue gracias a la misma que le da lo que busca lo que ningún sello discográfico le daría: cambiar el mundo, hacer la revolución, andar tocando por todos lados que pueda, y, además, no dejar de cantar nunca. Cuestiona a las industrias culturales, pero también pone en tela de juicio a qué tipo de industria queremos construir y que es ser parte de la industria cultural. También consecuentes del cambio político que sucedió en Uruguay y a una pandemia que limitó no solo a trabajadores de la cultura, recalca que solo la lucha y la solidaridad entre nos es cómo podremos cambiar las formas y seguir adelante.
La noche termina con Mocchi bajando del escenario a reencontrarse con el público que, de modo protocolar, se dan los abrazos permitidos mientras la gente le agradece por haber hecho de la noche un gran viaje lleno de amor, reflexiones y sensaciones que darán ecos para seguir pensando.
Texto: Guillermo Erijimovich Fotos: Renzo Leonard