El sábado 20 de noviembre se presentaron Cortito y Funky junto a Mutu, Brunella y Sofi Casadey en el CC Güemes a puro goce.
Bajo el nombre de “El Goce” se prepara un espectáculo con condimentos especiales en el CC Güemes. Sábado de finde largo, levantamiento del aforo, el calor de una primavera con sabor a verano. Todos estos factores convierten cualquier propuesta en una gran oportunidad. Teniendo en la piel, todavía, la sensación extraña de tener que bailar sentado y mantener distancia con los demás, no se puede dejar pasar la oportunidad de ir a mover el cuerpo y asistir a un show que nos despierte de este extraño sueño (o pesadilla).
Convocados a las 22hs con un line up de 4 bandas estamos ajustados para cualquier previa. Sabemos que cualquier juntada es excusa para demorarse compartiendo las historias que WhatsApp nos quita las ganas de contar. A pesar de esto, saliendo a tiempo pueden verse uno o dos Handy Maxes mientras se vacía una lata antes de que el calor le quite lo sabroso.
Abriendo Mutu se despiertan los instintos que tan finos solíamos tener. Se acompañan con los hombros los ritmos de la banda sobre los que Camila surfea con tanto charm, coqueteando con el rap mientras lleva de la mano el R&B. Pasa, entre sus temas, desde la sensibilidad a la frontalidad, ida y vuelta que resulta encantadora.
Continúa Brunella afilando la noche. Dejando de lado las sutilezas nos presentan una energía pura que golpea directo al pecho. Imposible contener preocupaciones como la seguridad de las biclas o para cuantas birras nos queda saldo mientras nos impactan las ondas de movimiento que nos disparan desde el escenario. Como su predecesora en el escenario, la nativa de Bombales cuenta con una Broda Live Session en el hombro (que, si no la tenés vista, te recomiendo ir escuchando mientras lees esto).
En tercer lugar, toma el escenario Sofi Casadey para continuar con el despliegue de talento joven de la ciudad. Con la suavidad de su voz invita al movimiento mientras que su potencia nos somete a él. Variando ritmos no se guarda ninguna carta. Caminando por el R&B, el soul, llega hasta ritmos flamencos y de bulería con la única compañía de Julián Andino y su guitarra.
Hace un año esto habría sido irreal. Hace unos meses un anhelo. Pero para hoy, el llegar a la 1.35 y que comience la última banda resulta un magnífico trato. Con un llamado telefónico sobre el escenario Lucio, el cantante, pide algo cortito y fonky a la operadora. Así comienza el último cuarto del partido, gritando “música, pasión y baile”. Con saltos arriba y abajo del escenario y una banda amplia que gotea destreza en cada una de sus notas, resulta imposible contener las ganas de sacudir brazos y piernas disléxicamente mientras la sonrisa se marca fuerte. Es una competencia entre el cantante y la gente para ver quien sacude más el piso. Aunque la ganadora es la banda que llegando a nuestros oídos permite toda esta magia. Con tremenda cantidad de solos, roces y frases coreadas se llega al final de la lista. Con una repentina brusquedad añaden un tema a la noche para despedirse bien arriba, dejando todas las camisas y remeras del salón transpiradas.
El viento de las 3.30 de la mañana puede hacer dudar a cualquiera sobre la decisión de ir con una lata al río. Pero tras la pandemia, los aforos, los barbijos y apocalipsis que sobrevivimos es entendible no querer volver a casa. Así, aguantando el fresco y el rocío con risa y amistad nos preguntamos si es un Panamax lo que vemos pasar; si es que el río va recuperando su caudal o son sólo las ganas.
Texto: Cabezón n° 17
Fotos: Giulia Antonelli