Sala Lavardén: una historia entre dictaduras y teatro local

Un repaso por la historia de la Sala Lavardén, para entender por qué dejó de llamarse Sala Evita, recorriendo sus pasillos entre dictaduras, proscripciones y épocas doradas de teatro

Uno de los edificios más representativos de una era arquitectónica en el centro de la ciudad, hoy alberga uno de los espacios más importantes para lo que es la esfera pública de la cultura rosarina y santafesina. Rondando los 100 años de historia desde la colocación de su piedra fundacional hasta hoy, vio pasar mil cuentos por sus pasillos, subiendo y bajando por sus escaleras los personajes más diversos que nos podamos imaginar. Sus paredes han albergado mil motivos diferentes, sus salones han sido sede de encuentros sumamente necesarios, y en sus escenarios se ha manifestado el arte en todos sus colores. Y con toda esa historia en sus registros, hoy funciona a total disposición de la cultura de Santa Fe. Hablamos, por supuesto, de la Plataforma Lavardén.

Es un inmueble que data de aquellas épocas en las que la arquitectura no sólo era vista como un negocio de la construcción, sino que también tenía un fuerte valor artístico. Desde aquellos años 20 en los que el edificio se erigió en manos de la Federación Agraria, hasta la actualidad en que es un bastión de la cultura pública, el espacio ha tenido sus transferencias de mando administrativo, así como sus importantes cambios en las denominaciones, marcados a fuego por la oscura proscripción del peronismo llevada adelante por la dictadura de Aramburu. Hubo períodos en los que el arte afloró en esa bellísima sala de teatro, y períodos en la que ésta sólo fue un lúgubre depósito intencionalmente apagado.

La luz de la historia ilumina el presente para dilucidar cuestiones que no están del todo claras, y muchas veces, en la inercia de la cotidianeidad, se carece de preguntas necesarias que sólo se responden mirando hacia atrás. ¿Cuándo se decidió que este espacio haga aportes a nuestra cultura? ¿Por qué el teatro perdió su histórico nombre de Sala Evita y hoy no lo mantiene? Las respuestas a estas dos preguntas van de la mano, y es que fue durante el gobierno de Juan Domingo Perón que la sala fue recuperada para su uso original, bautizada como Sala Evita por el grupo Teatro de Arte de Rosario, y fue luego durante la dictadura de la Revolución Libertadora que la sala detuvo sus actividades y dejó de denominarse de tal manera, para renombrarse luego como Sala Manuel José de Lavardén.

Sabiendo esto resulta curioso que con el advenimiento de la democracia la sala no haya recuperado el nombre de Eva Duarte. Tal vez un poco de luz de la historia nos ayude a entender los procesos que derivaron en la actualidad.

 

ORÍGENES AGRARIOS

El edificio fue construido para ser la sede de la Federación Agraria en Rosario, y su construcción estuvo a cargo de la empresa Candia & Cía y del arquitecto Juan Bautista Durand. Inaugurado el 3 de marzo de 1927, su construcción es contemporánea al Palacio Fuentes del mismo arquitecto y comparte el estilo con otros edificios de la época que definen la estética del casco histórico del centro rosarino.

En el inmueble funcionaban oficinas de la Federación, y contaba con un hotel en el que podían alojarse los asociados en sus visitas a Rosario, además de varios salones de buen tamaño. Pero a lo que le queremos prestar atención es a la magnífica sala de teatro, que por entonces se llamó Sala Rosario, y tenía 400 butacas, una acústica alucinante y frescos bellísimos pintados por Alfredo Guido.

La crisis del 29 golpeó a todo el mundo y la Federación Agraria no zafó de ese sacudón, por lo que tuvo que entregar la posesión del edificio al Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación, como forma de pago de deudas que en aquel entonces eran imposibles de saldar de otra forma. Luego, en 1944, el inmueble pasó a manos del Estado Provincial, que instaló allí algunas oficinas del poder ejecutivo. Durante todo este período la sala de teatro se mantuvo inactiva, siendo sólo utilizada como depósito.

 

UN GIRO HACIA LA CULTURA

Ya con el gobierno de Juan Domingo Perón, en 1949, el director teatral local Esteban Pavón junto con todas las personas que integraban el grupo “Teatro de Arte de Rosario”, gestionaron el uso de la inutilizada sala, a cambio de ponerla en condiciones, y así fue que pusieron manos a la obra en la reconstrucción, limpieza y acondicionamiento de la misma. Finalmente, el 12 de julio de 1950, se estrenó la sala con la obra El Puente, de Carlos Gorostiza, y este fue el puntapié inicial de varias temporadas doradas para la sala.

Tras el fallecimiento de Eva Duarte de Perón, y con la sala ya consolidada como un espacio clave para la escena teatral rosarina, el grupo que la puso en condiciones decidió renombrarla como “Sala Evita”, en honor de la emblemática figura política y social que alentó el crecimiento del teatro y los movimientos artísticos en general en todo el territorio nacional.

Fueron años gloriosos para el teatro rosarino. La gestión de la sala estuvo a cargo del grupo Teatro de Arte de Rosario, que se encargó de programar espectáculos de viernes a domingos, con una importante concurrencia del público. Así continuó su oferta artística hasta el golpe de Estado del 55.

 

DICTADURA, PROSCRIPCIÓN Y ABANDONO

Septiembre de 1955 llegó con el golpe de Estado en manos de Lonardi y Aramburu, mal llamado Revolución Libertadora, que justamente trajo un ataque a las libertades sociales y a las manifestaciones culturales. Además del exilio de Juan Domingo Perón, en marzo del 56 la dictadura impuso el decreto ley 4161, que traía la proscripción del peronismo, prohibiendo “la utilización de imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas que sean representativas del peronismo", así como una lista de vocablos propios del justicialismo y que se referían al general y a su familia.

Fue así que la Sala Evita tuvo que abandonar esa denominación, y como fueron suspendidas todas las actividades culturales, el espacio volvió a convertirse en un depósito. La misma suerte tuvieron otros espacios de la ciudad, como la Terminal de Ómnibus, que en aquel entonces se llamaba Presidente Perón, y pasó a llamarse Mariano Moreno.

En 1965, la Dirección de Cultura de la provincia firma un acuerdo con el Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación, adquiriendo así la utilización de la sala con sus motivos originales, pero como continuaba la proscripción del peronismo (más allá de que el gobierno de facto finalizó en 1958), ésta pasó a denominarse Sala Manuel José de Lavardén, en honor al dramaturgo y periodista porteño, precursor de la revolución de mayo y autor de obras como Siripo y Oda al Paraná. En 1973, con el gobierno de Héctor Cámpora, la sala recupera el nombre de Eva Duarte, pero con el golpe de Estado del 76, retorna la prohibición de denominar a edificios públicos con nombres relacionados al peronismo, y la sala recupera el nombre de Lavardén.

 

HACIA LA ACTUALIDAD

Con el retorno de la democracia en 1983, la sala volvió a ser sede de actividades culturales poco a poco. En 1994 el Estado Nacional cedió definitivamente el edificio al gobierno de Santa Fe y se instalaron allí algunas oficinas administrativas de la provincia. Para 1996 se licitó la remodelación total del inmueble, y el gobernador Jorge Obeid vuelve a nombrar a la sala con el nombre de Evita, continuando con aquella voluntad que tuvieron trabajadores de la cultura local de los años 50.

Durante la gobernación de Hermes Binner comienza un proceso de transformación del edificio, que queda a total disposición del Ministerio de Cultura e Innovación provincial. Así en 2012, tras una monumental puesta en valor del inmueble, se inaugura lo que hoy conocemos como Plataforma Lavardén, convirtiéndose en un centro cultural integral, utilizando el edificio completo con este fin, salvo los pisos 3 y 4 en los que funcionan oficinas administrativas. Tras esta valiosa transformación, la sala de teatro no volvió a recuperar el nombre que decidió ponerle el grupo de Teatro de Arte de Rosario cuando la rescató.

 

VESTIGIOS DE LA PROSCRIPCIÓN EN DEMOCRACIA

Resulta interesante entender que aquella proscripción que llevó adelante el gobierno dictatorial de Lonardi y Aramburu, logró algunos cometidos que, casi 70 años después, se mantienen vigentes. Si bien nunca logró eliminar la tradición del peronismo, que continúa siendo una de las corrientes políticas de mayor masividad y relevancia en el país, se mantuvo vigente aquella intención de arrebatar de algunos edificios públicos las nomenclaturas relacionadas con el justicialismo. Así vemos que esta sala y la Terminal de Ómnibus mantienen los nombres que se le asignaron en los tiempos de la proscipción.

Estamos cerca de los 40 años ininterrumpidos de democracia en Argentina, y más allá de que hemos sido gobernados por el neoliberalismo varias veces, nuestro país es palabra mayor si de democracia y garantías constitucionales se habla. En el campo de lo simbólico, no es un detalle menor que continúen en pie, por acción o por omisión, algunas decisiones políticas que se tomaron en tiempos del terror.

Recuperar la voluntad que tuvo el grupo Teatro de Arte de Rosario de nombrar al teatro como Sala Evita, sería poner en valor las decisiones democráticas, así como también revalorizar la labor de los trabajadores y trabajadoras de la cultura local, en tiempos en los que ésta ha sido golpeada. No en pos de quitarle prestigio a la figura de Manuel José de Lavardén, a la cual de hecho habría que iluminar un poco más, sino en pos de continuar dándole la importancia que merece a la historia del teatro rosarino. Ya que el edificio entero tiene bien ganado el nombre de Plataforma Lavardén, repensar la denominación de la sala de teatro. Un acto simbólico que venga acompañado de políticas públicas que protejan la cultura local.

 

Texto: Gonzalo Luján Salguero

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