Una noche más en la tierra con Martín Buscaglia

Con la excusa de la presentación del libro “Dos patos” y de su último disco, el pasado jueves el músico uruguayo se presentó con su banda "Los Bochamakers" en Casa Brava.

Con la monumental música de Game of Thrones, un juego de flashes y luces de colores, mucho humo y una banda que se presenta de espalda comienza el concierto. El frontman es Martín Buscaglia, la banda, Los Bochamakers. Es en ese momento en el que en que nos damos cuenta que nada puede salir mal esta noche en Casa Brava. 

Pero una hora antes, cuando el show todavía no había empezado, Buscaglia ya estaba arriba del escenario. Adelantándose a su  apuesta artística, presentaba “Dos patos” un libro que contiene las tablaturas de 22 de las canciones más emblemáticas del músico. Estas canciones fueron pensadas, elegidas y adaptadas para tocar con guitarra junto a Martín Ibarburu, Martín Ibarra y Nacho Mateu:  “canciones sencillas, canciones muy intrincadas, canciones con algunas historias”. La presentación del libro sirvió de excusa para el concierto. O viceversa.

Porque el concierto también es parte del cierre de la gira de presentación del disco “Basta de música”, editado en 2020 y presentado bastante después de esa fecha por los motivos que ya todxs conocemos.  El disco es ecléctico, divergente y experimental, la onda a la que nos tiene acostumbradxs el uruguayo. Es decir, la mezcla de géneros con la que arma su estilo único.  

Lo que viene después es una puesta en escena que le va a dar paso a una de las mejores bandas que estuvieron sonando en esta ciudad: los Bochamakers, integrada por Nacho Matheu en bajo, Matías Rada en guitarra, Martín Ibarburu en batería y Coby Acosta en percusión. Ágil, vertiginoso, desprejuiciado y polifacético, Buscaglia será el director de orquesta de una banda sólida que durante dos horas nos sacará a bailar con percusiones uruguayas y brasileras, nos hará tararear canciones melódicas y nos volará la cabeza con metal y rocanrol.

“Los barcos”, el cuarto de tema de “Basta de música”  fue la encargada de comenzar el show que se paseó por algunos clásicos como “Ante la duda todo”, “Sale el sol”, “Una fuerza allá”, “ Suck my mind”, “Me enamoré” y “La sambambaia” que tuvo uno de los tantos increíbles solos de guitarra Martín Rada.

Pero no solo de música estuvo hecho este concierto, sino también de palabras. Porque a modo de los antiguos trovadores, Buscaglia, en el momento en que se queda solo arriba del escenario, guitarra en mano, cuenta las historias de las que surgieron sus canciones, las anécdotas que las nutren y en lo que se transforman cuando echan a rodar. Es por eso que reflexiona antes de tocar “Para vencer” que muchas veces “las canciones basadas en hechos reales se vuelven ficción y las que son ficciones se vuelven realidad”.   

Además de componer, cantar y tocar de una manera única Buscaglia es un músico que tiene mucho para decir. Y cuando comparte el prólogo de su libro con el público dice que las canciones son algo sin importancia. Dice que con ellas pasa lo mismo que con la comida: hay que “conocer los frutos autóctonos y los de estación”, combinarlos, darles su tiempo de cocción. Sin embargo, lo que para Buscaglia es realmente importante es la sobremesa: lo que pasa con las canciones después de degustarlas, cómo se incorporan en tu devenir, el sabor que deja en la boca. 

Buscaglia pertenece a una familia de músicos que merece un párrafo aparte. De pequeño, su vida era normal, sus padres eran como cualquier otros, sólo que después de cocinar, almorzar y lavar los platos, se instalaban en el living a ensayar con músicos tales como Jaime Ross y Ruben Rada, por ejemplo, como dato de relevancia si se puede brindar.

Así creció Martín, como otros lo hicieron con la pelota, aunque también podemos decir que la maneja de taquito. De alguna manera se nota que ese muchacho aún sigue jugando y se divierte, se lo nota natural tanto en su música como sobre el escenario. La música está a su servicio y él, con toda su prestancia, la respeta. “Una canción no tiene importancia, pero hacerla mal, sin cariño, es imperdonable”

Y el cariño fluye, se deja sentir en los temas nuevos como “Te acepto un mate” y sigue vibrando en los más viejitos como “Visionarios” y “Mil cosas”.  La invitación al juego también aparece convidando al público al baile en “Chuza” o “Jesus is my coach”. Lo que parece ser el último tema anuncia lo que va a pasar algunos minutos después: “No vamos a parar” le sirve de base al músico para volver a decir lo que tiene para decir: “Estamos en la antípodas del masivo rap, vamos a seguir desmorrugando un millón de amígdalas para poder cantar”. Entonces vendrá “La vanidad es una mala dieta para amar” como recordatorio de que no hay que alimentarse el alma con lo que después nos dificulte el ponernos la camiseta. 

Hacia el final se pide el bis del bis. El público está fascinado con la música que estuvo sonando y quiere más. Guitarra en mano el uruguayo vuelve para cantar “La comedia” seguido de “Ámame en cámara lenta”, el clásico de Valeria Lynch que tan bien le queda. Se vuelve a pedir el bis del bis del bis. Pero ya no habrá más alimento para este público voraz que estuvo disfrutando plenamente de este banquete musical.

Ahora nos queda saborear la sobremesa, arrancar la charla con las resonancias de las canciones a cuestas, volver a pasar la lengua por las letras y las melodías hasta el próximo encuentro con Martín Buscaglia.  


Texto: Juan Pablo Funes y Vande Guru
Fotos: Nicole Puñet

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