Obsession: una experiencia inmersiva

El colectivo de experimentación escénica y audiovisual “4n0” y un lineup conformado por Amaru, Marttein y Ciber Angel, se unieron para brindar una performance pocas veces vista en la ciudad.

Lunes 19 de junio, feriado puente previo al día de la bandera. En la superficie la gente se va agrupando, aguarda tranquila, ameniza con una bebida, hay mucha estética, mucha y variada. Todos están cómodos aguardando lo que se está gestando debajo de sus pies y que se habilite la escalera para descender al sótano del Galpón 11. 

Sin embargo reconozco una suerte de ansiedad. A principios de junio, el evento apareció en las redes sin demasiada especificidad o instrucción con el nombre de “Obsession”, escrito con letras puntiagudas que me recordaron al tallo de la “Euphorbia milii des moul”, una planta que tenía mi abuela, también conocida como “Corona de espinas” así, como para darles una idea de lo que entendía del asunto.  

Con el paso de las semanas, poco a poco, la producción fue sumando imágenes, videos, performances y el lineup de los artistas, tendiendo un hilo o una suerte de anzuelo, tanto para gente del ambiente como para quienes “no teníamos ni idea de qué se trataba”. Y les puedo asegurar que no fui el único curioso. El evento ya estaba en boca de varios, pero pocos podían asegurar de qué iba, porque en Rosario no se acostumbran a este tipo de eventos y si los hay, se desarrollan en el underground.   

“Obsession” se autodenomina como una experiencia inmersiva donde el colectivo “4n0” y músicos crean una escena performática y experimental para desafiar los límites de los lenguajes escénicos. En este sentido, la elección del subsuelo del Galpón 11 fue una escenografía ideal para la propuesta artística. El techo no supera los dos metros y medio y las vigas lo hacen parecer aún más bajo. Una luz azul en el extremo opuesto de la entrada generó un corredor central, una especie de túnel celestial adornado de cartelitos con letras verdes fluorescentes de “Salida”, en caso de que alguien no quiera “perderse”.  El resto permaneció oscuro durante todo el evento, con la excepción de las luces que acompañaron únicamente a las presentaciones.

Hace 20 años, estuve en una situación similar en Buenos Aires. Recuerdo cómo estaba vestido:  jean, remera, sweater escote en V color azul y zapatos. Bajé por una escalera a un antro under donde había múltiples pistas y en donde sonaba un género diferente en cada una de ellas: Nu metal, Hardcore, Punk y en la principal, se desarrollaba una fiesta con la temática “Marilyn Manson”, donde sus seguidores recreaban el look y la forma de bailar del artista. El friki era yo. También era principios de los 2000 y la electrónica venía picando en punta. Particularmente recuerdo lo que estaba sonando en ese entonces, grupos como  Infected Mushroom, The prodigy, Mr. Bungle o Tomahawk de Mike Patton y los locales, Santos Inocentes; ese sonido es el que me lleva hasta aquí. Lo que no sabía en esta ocasión, es que volvería a encontrarme con todo eso junto, en una misma escena, y con un sonido muy similar. 

El under sigue sorprendiendo, siempre funciona como uno de los mejores laboratorios musicales del que tenga registro. Rock industrial, electrónico, grunge, punk, rave, alternativo, trance psicodélico,  pop y lo que para mi fué la novedad en esta ocasión y parte de la nomenclatura, el funk brasilero.

El público bajó las escaleras  y entre tubos fluorescentes titilantes, flashes y humo esperaba “Amaru”, el primer artista en escena ataviado con un vestido al cuerpo, de mangas largas y guantes, todo de blanco y sin costuras, con sólo el cuello y rostro descubiertos, lentes oscuros y cabello azul eléctrico, acompañado únicamente con bases electrónicas, cantando. Su performance se desenvolvió  asumiendo un personaje autorreferencial que “traza relaciones entre lo festivo y lo distópico”, su música también lo es. En la mezcla surge un sonido propio y una estructura que quedó plasmada en el labor artístico interdisciplinario que posee,piezas musicales que él llama “experiencias estéticas" haciendo referencia a los diferentes géneros musicales que lo influencian.  

Amaru finalizó su actuación musical pero su performance continuó junto a miembros del colectivo 4n0. “Castro el sucio” fue el chofer de un recorrido tétrico en silla de ruedas que paseó a Amaru entre el público y las columnas hasta llegar a un “claro”, un oasis romántico, donde intervienen “Mau Chine” y Juliana Facchinello, para escenificar los claroscuros del amor en estos tiempos contradictorios. Finalmente se unen, relajadamente para dejar que las cosas pasen.  

El enganche se da nuevamente desde lo sonoro y da paso a un momento de dispersión que es musicalizado por DJ Romance, parte del line up anunciado. El ambiente se mantiene en sintonía, con calma y oscuridad, para que los presentes bailen, tomen algo y aflojen el cuerpo, porque lo que vendrá subirá la energía por el resto del encuentro. 

Marttein sube a escena y comienza a sonar casi sin notar el paso de un artista a otro. Está acompañado por una destacada guitarra en manos de Pedro Pé (pedrobanal) que entreveró sus riffs con las bases electrónicas y que fueron un trampolín contínuo para que Marttein se descosa sobre y bajo el escenario. Literalmente, en un momento se arranca la remera y entre las idas y vueltas con el público se abre la frente al golpear contra una viga del techo. 

Su energía hace estallar el cristal, el límite con los espectadores, y se lanza al pogo en el que también participa este cronista, y que también corea junto al público el pedido de un bis. Porque lo performático inmersivo también se expresa así: desbordando hasta todas las orillas.

Esta vez, DJ Leiny continuó con un set donde convergen diversas corrientes de la electrónica como la guaracha, changa tuki, latin tekno y producciones experimentales de ritmos latinos acelerados, que mantienen el ímpetu para que el cuerpo no se enfríe. Aunque no habrá manera de que eso suceda, ya que Cyber Angel monta un laboratorio cibernético plagado de botones y leds, acompañado de sintetizadores y keytar. Sólo en una canción, como invitada, participa una guitarrista. En el fondo de la escena, en los monitores de tres computadoras, los sistemas parecen estar descifrando algoritmos y procesando la conexión entre los músicos. 

Durante toda la nota evité categorizar o encasillar, respetando la diversidad de la propuesta. Pero haré un apartado en este caso porque el sonido de esta banda me resultó algo para destacar: ¿Tecno punk, under pop? No lo sé, pero puedo asegurar que la maquinaria de “C.A” funciona compacta, con calidad y con un sonido realmente bueno. 

“C.A” tiene su público, corean sus canciones y el ida y vuelta es contínuo. Se baila y se poguea un tema tras otro para hacer un cierre acorde con la energía propuesta por “Obsession”.

Al finalizar habrá un poco más de música desde las bandejas de DJ Romance, para despedirse de lo que fue una noche entretenida y despojada. 

“Obsession” fue una escena lograda, un show completo. Un lugar que sirvió de escenario para otros escenarios. Con una nomenclatura sonora y estética en la que géneros y estilos encontraron su lugar y en una misma frecuencia con cada una de las presentaciones

“En Rosario está muy jodido laburar desde la autogestión” dijeron. Hace veinte años atrás, el país estaba destruído. Casi toda la escena musical y artística de la ciudad era “under” porque la superficie estaba arrasada. La autogestión consistía en juntar plata entre varias bandas para pagar un sonido horrible y prestar los instrumentos porque no todos tenían uno propio. Era una época rebelde pero también inmadura. Las nuevas generaciones ganaron calidad en muchos sentidos, principalmente en financiarse, equiparse, perder ciertos prejuicios y para mi encanto, en estos últimos tiempos, emerger desde los tugurios culturales para sacudirle a la “moda” todas sus medallas de cartón.            


Participaron: 
@cyb3r_4ng3l
@marttein
@amarudlm
@eltopo.romeo.djromance
@ano.4n0
@julianafacchinello
@mau.chine


Texto: Juan Pablo Funes
Fotos: Sofía Coloccini

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