La sociedad del semáforo (LSD.S) dirigida por el colombiano Rubén Mendoza será esta vez en cine a la carta el plato principal de la noche, con adición de tamales cundinamarqueses y un trago (canelazo) para el frío otoñal. Sin duda que no puede faltar el ensamble de gaitas y tambores con sonidos del mar.
“La sociedad del semáforo (LSD.S) no es una película, es una bomba atómica de bolsillo; que nunca estalla. Se hizo reciclando humanos que no sirven para nada (según dicen), se utilizó material que no sirve para nada, con causas dramáticas que no sirven para nada, y así logró su cometido sin proponérselo: se volvió un himno a la inutilidad, una sinfonía de causas perdidas. Quienes estuvimos detrás de las cámaras asistimos al rodaje más bien como espectadores a ver un rebaño de almas perdidas maravillosas, que pretendían actuar delante de la cámara mientras su pasado les desfilaba en los ojos. Fuimos a contemplar todo, el glamour del mugre, las miradas cansadas de personas que viven invirtiendo por completo las reglas sociales: cero responsabilidad con los afectos, un sistema inmunológico sofisticado (por el contacto constante con la calle, por llevar la muerte al hombro), a los que no les importa la familia y para los que el banano que usted tira asqueado es un manjar impensable; si lo público es de todos, es privado de cada uno y así toman la calle, como suya”, escribió el director.