El pasado viernes 13 de Septiembre, Sig Ragga, la banda santafecina nos presentó su último trabajo en La Sala de las Artes.
Con el frío pintando para otros pagos me encamino, liviano de abrigo, hacia la Sala de las Artes. Alcanzo a ver la esquina con los característicos patovas y me inundan los recuerdos del último recital. Hoy la historia es diferente: tras haber quemado dos días su último material sé que no los veré plateados; traen consigo su evolución, ya cambiaron.
La gira de presentación de Relatos de la Luna – Parte 1 los trajo a Rosario; y enhorabuena, porque se sintió su ausencia estos cuatro meses. La ansiedad que me cosquilleaba por la espalda desaparece al verlos subir al escenario. Los más despistados se encontraron un espectáculo más brilloso, deslumbrante. Con una fuerte arremetida de luces contra nuestras pupilas se destacan sus cuatro figuras de negro, enormecidas por sus trajes. Con ritmos menos contrapuestos nos sacuden despegando nuestros pies dulcemente de la tierra. Flotamos con cada sonido que enarbola ese encadenamiento de sensaciones que son las canciones de esta banda. Pasa muy rápido su nuevo material y ya despierto del bello letargo sinestésico con acordes conocidos. Escalera y Barco, Pensando. Avanza la lista y retorna el cosquilleo en la espalda. Sé que el final está cerca y quedan tantos temas sin tocar.
Para el cierre del espectáculo se retiran con un aplauso interminable. Tras severos minutos sin más sonido que el golpear de palmas regresan para tocar tres temas más. No me alcanza, podrían continuar una hora más y seguiría siendo insuficiente. La banda encontró la alquimia de mezclar sensaciones, imágenes y sonidos para crear canciones. A través de ellas logran comunicarse con algo dentro mío, sin que mi consciente logre descifrarlo. Quizás al dormir pueda entenderlo. El poder de lo onírico reside en lo ilógico, el no poder explicarlo.
¿Qué toca Sig Ragga? Es mejor que lo escuches, porque no podría explicarlo del todo bien.
Texto: Pablo S.
Fotos: Gabi Lovera