Cuando el Río Suena con Kunyaza y Los Cuentos

Comenzó el ciclo "Cuando el Río Suena" en el anfiteatro del Parque España con la presentación de Kunyaza y Los Cuentos de la Buena Pipa.

Es el primer sábado de febrero en un contexto pandémico, y creo que debo advertir que voy a ser reiterativo un montón de veces con esto, en la tarde un calor agonizante. Aun así estoy en medio de estar impactado de decir voy a un recital en plena tarde, pues ha pasado mucho tiempo, y es el primer recital que voy en un contexto pandémico. 

La cita se sucedía en el Anfiteatro del Parque España, una propuesta al aire libre donde tocaría Kunyaza y Los Cuentos de la Buena Pipa, con los últimos vestigios del sol. 

Antes de llegar ahí, casi a dos cuadras y casi media hora antes del espectáculo, paso por un kiosko. Cuando salgo de ahí me encuentro algunos de los integrantes de los Cuentos, entre ellos al Colo, quién lo conozco desde los comienzos de la banda, donde he visto mutar en todos estos años su crecimiento, y que en este tiempo pandémico que no nos vimos, en esas dos cuadras, nos pusimos al día de nuestras vidas, de nuestros proyectos, de la pandemia y de la propuesta que iban a hacer en esa tarde-noche. Ellos venían de hacer una prueba de sonido a plena luz del sol, y si bien estaban un poco flechados, estaban contentos con volverse a reencontrar en este formato.

Llego a la puerta del Anfiteatro, nos anuncian que esto es parte de un ciclo que se llama “Cuando el río suena”, y procedo a una nueva forma de ver recitales que no nos hubiésemos imaginado llegar así, con el barbijo puesto, con ingresar mis datos, con que me tiren alcohol en gel y con que me tomen la temperatura.

Es así que soy guiado a mi lugar correspondiente. Sigo impactado, la nueva era de los recitales es así.

Faltando un rato me cruzo con el Kolia, otros de los Cuentos armando algunas mesas. Al costado me encuentro con otro integrante/ ex – integrante, Dante, que mientras esperábamos que pase el tiempo compartíamos la data lo que aprendimos de ser habilidosos en pandemia y todos los realitys shows con información útil para seguir aprendiendo. Algo que me destaca Dante es que aprendió a sacar la marca de agua de Windows de su computadora. 

Mientras tanto, en la previa al recital para ambientar un poco la espera, esta Ani Bookx en las consolas pasando una playlist armada por ella. Es loco, conozco a Ani desde que éramos adolescentes, y siempre que iba a su casa tenía CDs con la data de la música que tendríamos que escuchar. Casi década y media después, siempre trayendo la data.

Mientras se va llenando el lugar, muy prolijamente protocolar, acomodado, con distancia social y alcohol en gel de modo adecuado, también se nos convierte para muchos en un espacio de reencuentro. Mucha gente por primera vez se estaba reencontrando con gente en un recital o también volviendo a la sensación de retornar a una experiencia. 

Es hora que Kunyaza toque, se suben a ese escenario que tiene la decoración como si se estuviesen subiendo a un cráter de la luna. Es como si nos avisaran que estamos a punto de despegar a un viaje espacial.

Despliegan todas sus canciones, las de siempre, las de ahora y las nuevas. Su sonido eclético, se fusiona con la experiencia del Anfiteatro y el paisaje de un ocaso en el pleno río, es como si la electrónica y el funk se fusionaran, y convergieran en un mismo sentido.

Algo que me impactó mucho es como la cantante, Sofía Maiorana, pasa por diferentes matices cantando sosteniendo la energía sin perder su voz desde el primer segundo hasta el último. Es impresionante como conecta con el público y como nunca pierde la sintonía. 

Y es así como Kunyaza nos anticipa y nos deja entender que en este “nos volvamos a ver pandémico” nos cambió a todos y que se nos espera más cambios todavía.

En medio de un interludio, Ani Books copa la pista mientras los Cuentos se preparan. Y es una ocasión donde la gente aprovecha para intercambiar lo que sintió o proveerse de lo que va a venir. 

Y cuando llega el momento que toquen Los Cuentos dando una apertura como solo ellos pueden hacerlo. Y es verdad que todo cambió, los recitales también cambiaron, ahora con protocolos no podemos bailar, pero si podemos cantar, sentir y mover las manos de donde estamos.

Pero la música de Los Cuentos provoca bailar, y hasta los más rebeldes del público no pudieron, y contra las reglas se pusieron a bailar - que luego la gente de la organización pidió amablemente el volver a sentarse por cuestiones de protocolo, y la gente sin problemas lo entendió. - Aun así, esa imagen de frenar ese bailen impacta.

Creo que cuando este contexto te saca el disfrute de sentirlo con el cuerpo, sacando en un aspecto positivo, me pasaron que las canciones de Los Cuentos me demandaron hacia una escucha más doméstica.

He visto a Los Cuentos desde su comienzo, y con el pasar de los años los he visto mutar hacia un sonido más maduro y conceptual. Es como un plus en el sentido de comprender la composición y las melodías, y empezar a entender cada instrumento, cada movimiento, cada sensación y cada resonar en otro aspecto en esta nueva propuesta de escucha. Es como un golpe a todos los estímulos.

Aunque no podíamos bailar, estábamos bailando por dentro. Generaron un clima que estábamos necesitando hace mucho ese disfrute, y no faltaba el eco de una voz diciendo “toquen de nuevo todas las canciones”. 

Creo que, aunque tuvimos la experiencia de la cuarentena de empezar a ver recitales por streaming, y nos adaptamos ya que era lo único que podíamos, ahora la experiencia de volver al recital presencialmente en pandemia me es todavía muy rara, y creo que tardaremos en adaptarnos, porque como somos tenemos nuestras propias resistencias. Sé que es posible, porque sé que el día de mañana sabremos que cuando esta pandemia termine el reencuentro con el otro será hermoso y crucial, la conexión entre la música y nuestros también se sentirán de otro modo y los abrazos serán instantes decisivos.

 

 

Texto y Fotos: Guillermo Erijimovich     La cobertura de fotos completa en nuestra cuenta de Instagram.

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