El tour psicotrópico abrió su portal en Rosario

Psicotropía sacó a girar su festival, y este sábado tuvo su primera edición en Rosario, en La Playa de la Música.

Corría noviembre de 2019, los movimientos artísticos regionales estaban en plena ebullición, no había vestigios de ninguna pandemia mundial y el Parque Sarmiento de Carcarañá nos volvía a encontrar reunides para la sexta edición de Psicotropía. Aquella vez fuimos guiades en procesión por una grupalidad monstruosa y escénica hacia el bosque de las maravillas, donde se dio por última vez el rito psicotrópico, la reunión clave del under regional. En ese entonces no sabíamos que ese portal se cerraría, y tampoco nos imaginábamos que recién se volvería a abrir dos años y medio después, en otra conjunción de puntos cardinales. Y eso fue lo que sucedió: Psicotropía volvió en forma de tour, y trajo el festival a Rosario, a La Playa de la Música.

El sábado se dió la primera edición de este Psicotropía Tour en Rosario. Por primera vez el Woodstock del Litoral salió de Carcarañá, y como bien lo hace el río que le da nombre al pueblo, desembocó en el Paraná, en la gran ciudad de sus orillas occidentales.

Pasadas las 18 la procesión de seres comenzó a reunirse en el nuevo establecimiento que albergaría el encuentro, aprovechando para recorrer el predio, pispear un poco la feria que se había montado, maquillarse postapocalípticamente con Sol Jazmín Duarte o animarse a probar su equilibrio con la gente de Aser Slack Line.

Cuando casi eran las 19 comenzó a sonar la música en vivo en el escenario, que estaba iluminado por Micelio con triángulos de luz sagrados, y contaba con las esculturas fungosas de Charlos Villa, dándole la identidad propia de la reunión a las tablas. Biyo abrió Psicotropía, en otra edición del festival que les encuentra trayendo su música, con una formación que ya no es nueva y está asentada. Tal vez la apuesta más funky de la noche, oscilando entre sonidos del soul y el jazz, y llegando a rasguidos bien rock, entre una guitarra eléctrica que hace agitar tu cabeza y una flauta traversa que acaricia con melodías. Biyo ha ido puliendo su sonido, encontrando con más claridad eso que identifica al grupo y lo hace distinto, y así se ha afianzado, entre la experiencia compartida y el autoconocimiento colectivo.

Luego sucedió una de esas cosas que suceden una vez en la vida: el debut de una banda. Mona Bondage brindó su primer show, o al menos fue su primera presentación abierta y con todas las condiciones dadas. Tal vez la apuesta en vestuario y puesta en escena más grande de la noche, la de una banda con una estética convencida y una frescura interesante, un sonido con identidad. Un grupo que viene trabajando puertas adentro hace varios meses, y se decidió a salir cuando tenía algo grande para mostrar. Tintes grooveros de los que te hacen bailar, guitarras estridentes de dientes apretados, voces encendidas y una propuesta clara. Y para que haya una joya más, subió Shanti a acompañar con su canto y rima de suave potencia. Excelente debut de Mona Bondage, una banda a la que deberíamos prestarle atención en los próximos meses.

Bien entrada la noche, el río regalaba su postal típica, con un barco que posaba reflejando sus luces en el agua, y el humedal que abrazaba de atrás el paisaje. Y Pampa Trash se subía al escenario, una banda ya clásica en la invitación psicotrópica. Con el tango como hilo conductor recorren un mapa de géneros inmenso en búsqueda de desgenerizarlo. Una formación que todavía no habíamos visto, acertando justo en la tecla todo el tiempo, con ese bandoneón transformista que mueve todo desde el centro. Es inevitable la mixtura del tango con su danza, y eso se vio cuando invitaron a Lucía Be y Germán Ruiz Díaz a bailar sobre las tablas, intermitentemente, de a chispazos entre canción y canción, con la pureza de los mestizo. La música de Pampa Trash es atrevida y progresiva, se anima a tomar algo que se mantuvo décadas en el cajón de la ortodoxia, y llevarlo hacia muchos y diversos puertos desconocidos. Desde un tango hasta una zamba, con un ojo actual y de todos los tiempos.

Todo lo que estaba sobre el escenario se fue moviendo, concentrando su fuerza bien en el centro. Así se presentó ññññ, el dúo santafesino de algo que tal vez se pueda llamar math rock. Dos seres enfrentados posicionalmente pero acompañados internamente. De un lado la batería que quiebra en algo que a veces parece destiempo pero siempre está pensado; del otro lado el set completo de teclas, computadoras y guitarra bien distorcionada. El lado del festival que quebranta el cerebro como grandes grietas de tierra seca, el terremoto mental. Fritura mental con componetes delicadamente seleccionados, y muchísima fuerza.

Con el Chokenbici llegó el momento de bailar, de poner el cuerpo gustosamente. La banda recreo, representante del MUG, vino plantada sumando a Guille Petraco con su guitarra eléctrica y salió con tapones de punta, mientras desde el otro extremo del predio se acercaba el fuego de las antorchas, juguetes y hasta un sombrero, que portaban en forma de juego y ritual Ale Cerdeira, Manu Ponce de León y Peque Galetto, partiendo el esquima mental de los sentidos, que se dividían entre ojos al fuego y oídos a la música. Choke de lleno contra La Playa, y el público no sale herido, por el contrario, baila enriquecido, gozando del costado groovero de Psicotropía, con un dream team local que nunca puede fallar. El escenario fue intervenido por Mercedes Luisetti, que subió con el convencimiento sutil de su corporalidad a danzar, trayendo su impronta cada día más definida, con misterio pero con claridad. Y por si todo esto no era suficiente, como sorpresa apareció Nico Chiocca con un micrófono, para cantar a dúo con Ani Bookx en el tema más fitness dancing que tiene su repertorio. Una bomba.

Momento fuerte en materia emotiva: Cepillo vuelve a tocar después de dos años. Y esa vuelta no pudo haber sido mejor imaginada para ellos y para su gente, porque era Psicotropía la más soñada de las posibilidades. El rock que vive, que expresa el sentir, que se hace carne en el sentimiento de toda esa gente preguntándose adónde ir, dónde escaparse, dónde ser. Un momento especial, un retorno pero una novedad. Tras las vallas, como un ser surgido de las profundidades de la tierra, emerge Lutilda Maciana, performer de barro y engrudo, como cuerpo elemental.

Todo indicaba que el plato fuerte llegaría al final, con el show de una banda esencial en el festival, Los Cuentos de la Buena Pipa, que estuvieron desde el principio y están hoy. Entre la oscuridad de una atmósfera densa y la melodía de Ganas en el bajo, escondida entre tonos leves y arreglos sombríos, aparecen Sofía Coloccini e Igna Campos, como un ser unificado en una doble altura, escindido en dos identidades que juegan y se enfrentan con sus extremidades, entre lo tétrico y lo atractivo, hasta que la coronilla de Sofía se clipa mediante su cabello a la polea, y es Igna quien eleva a la artista para que, ante la perplejidad silenciosa y respetuosa, estalle la canción. Los Cuentos explotaban con su presentación y Sofía se elevaba danzante en el aire, contorsionando su cuerpo, girando sobre su eje a gran velocidad, rompiendo la escena y las mentes, en un momento memorable e irrepetible. Una salida de otro planeta la de Los Cuentos, que entienden qué es Psicotropía y brindan su show inconfundible, entre la cumbia y lo electrónico, experimental pero seguro, dándole a la gente esa dosis de lisergia contenida en puños al aire que no se encuentra en otro lugar. Un final a la altura del encuentro, esperando que sepan disculparnos este mambo de la conciencia universal.

Cuando los cerebros comenzaban a descomprimirse y los cuerpos a relajarse, la música quedó en manos del binomio de Serial ChillerNicolás Belovni (también gestor y fotógrafo del evento), que oficiaron de DJs para mantener en baile a los seres que siempre necesitan un poco más, hasta que se levantaron todas las luces y despejamos el predio.

Psicotropía se convirtió en tour y tuvo su primera edición fuera del parque de las maravillas que lo vio nacer y convertirse en el legendario festival del under regional que hoy conocemos. No hablamos de un Psicotropía 7 porque eso será el día que se pueda volver a realizar en el Parque Sarmiento, algo que es deseo de todas las personas integrantes de esta tribu. La materia esencial de este festival se encuentra en el bosque donde se abren las puertas de la percepción.

Sí podemos decir que este sábado el portal psicotrópico del bosque se abrió en La Playa de la Música, y nuestra ciudad recibió las aguas del Río Carcarañá, que como todos los ríos de la región, desemboca en el Paraná. Fue la chance que había de mantener vivo a Psicotropía, y fue un éxito. La gratitud hacia las personas que hacen que esto sea posible y se mantenga en pie, es inmensa. Tanto el team psicotrópico como el equipo de Fuega Prod, hicieron un inmenso trabajo, sabiendo ser permeables ante las posibilidades, oscilando entre deseo y realidad, poniendo el cuerpo y cosechando bellísimos resultados culturales.

La leyenda sigue en pie, Psicotropía no muere, más allá de las trabas que encontró para realizarse en su ciudad natal. Supo entender que tal vez debía viajar para volver a su lugar de origen, a su bosque elemental. A fin de cuentas, después de tanto viaje mental compartido, el viaje también es tomar las rutas. Por su parte, la procesión de seres que hace posible el encuentro, volvió a unirse en tribu y hermandad, y es la que hace que las cosas sigan siendo y creciendo.

El fuego esencial que no se apaga, la cultura que emerge y es realidad, el río que acoge las manifestaciones y la tribu hermanada que sostiene. Hay Psicotropía para rato. ¡Que siga girando!

 

Texto: Gonzulu
Fotos: Gabriel Lovera y Mariano Ferrari

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