La pregunta que se baila es “¿Cómo darle materialidad a los fracasos, los intentos, las dudas, los proyectos, las decisiones?”

Unalome es el título de esta obra y que de por sí, llama la atención con su nombre. Una búsqueda rápida en Google arroja lo siguiente: “El unalome es un símbolo de tradición budista que expone, de manera metafórica, el camino que cada individuo ha recorrido y su transición en el mundo”. Es un distintivo, una marca, un recorrido. Podríamos decir entonces que en esta obra la huella adquiere andar y se despliega por fuera de toda captación estática.

 La obra reflexiona y baila sobre “¿Cómo darle materialidad a los fracasos, los intentos, las dudas, los proyectos, las decisiones? Potenciar lo personal en lo público, dando al solo un sentido de comunidad; generar encuentros dentro del entramado que nos lleva a vibrar como un cuerpo social”. La respuesta quizás, este unalome, esta huella, va a estar presente a través del movimiento y expresiones artísticas diversas que se conjugan para construir un todo. Por eso, si bien, la obra está marcada por la individualidad de la bailarina que expone en escena, referencia a un universo colectivo.

Desde un comienzo, al ingresar a la sala, nos dan la bienvenida una serie de dibujos con líneas trazadas de manera impetuosa pero eficaz para remarcar las formas que la intérprete haría en escena. Se alimenta de las curvas y el movimiento que se le quiere escapar.

La puesta en escena por su parte cuenta con una intérprete despojada de mayores atuendos o adornos. Cobra presencia una llamativa iluminación con recortes que amplían o acotan el escenario, centrando el foco en distintos puntos y haciéndolo cambiante. Además hay proyecciones que se suceden y rodean a la bailarina en cada escena. Lo mismo sucede con la propuesta musical bien contemporánea y envolvente que acompaña el desarrollo de la obra.

Si bien es una obra corta transita por distintos momentos de tensión y calma donde se ven las huellas de técnicas como el flamenco o la improvisación que le dan dinamismo a la misma. Esto nos invita a adentrarnos en los giros de la intérprete y las pausas para tomar aire y seguir materializando el universo plasmado.  Durante todo el transcurso se destaca que hay casi una obsesión por esconder el rostro o, mejor dicho, mostrar otras caras del cuerpo constantemente. La espalda se presenta como un territorio nutrido de músculos y formas que exhiben su expresividad. El cuerpo de la intérprete es testigo y protagonista de los antagonismos. El público se deja guiar y se acelera o apacigua a la par.

Entradas a la venta en @unalomedanza

Ficha técnica:
Intérprete: Carina Medina
Dirección: Violeta Rueda
Creación musical: Maia Basso
Diseño y técnica de luces: Flavia Cisera
Vestuario: Cecilia Ominetti
Diseño de imagen y dibujos en Sala: Víctor Cittá Giordano
Flyers: Emiliano Giménez
Registro fotográfico y comunicación: Mercedes Bryndun 

Texto: María Victoria López