(NO) TODO ESTÁ TAN MAL, IGUAL VOY A APOSTAR TODO LO QUE TENGO

Este jueves 27 de junio Mi Amigo Invencible desembarcó en puerto rosarino -más específicamente en el Centro Cultural Güemes- para presentar su nuevo disco “Arco y flecha”.

Las visitas de la banda oriunda de Mendoza siempre constituyen un sinónimo de alegría y añoranza. Desde sus primeros contactos con la fauna local en el ya icónico festival “Otro Río” de Polvo Bureau se produjeron coincidencias y certezas. No sé muy bien si son las letras, el vino, la cercanía que transmiten sus integrantes o una sensibilidad reconocible a leguas, pero algo aúna a MAI con el público litoraleño. Una suerte de reconocimiento entre pares, una especie de fraternidad platónica que evoluciona con el pasar del tiempo. Sospecho entonces que la fragilidad, el temor al fracaso y la apuesta al amor nos congregan y celebran.

 

Después de unos humitos en la vereda de enfrente y una serie de saludos con conocidxs que inconscientemente sospechábamos hallar ingresamos al local.

La banda rompió el hielo tímidamente con “Gato negro pasa” (con un guiño maravilloso a “Africa” de Toto) y nos hizo saber que definitivamente habían llegado con “Mapa”. El audio de MAI, como siempre, impecable. La voz de Mariano De Cesare es inconfundible: su tendencia a pronunciar las vocales finales de cada verso con una h aspirada que, apoyada en el golpe del bombo y bajo, crea una sensación de suspensión en el aire. A su vez, sus pasajes del falsetto a la voz de pecho -siempre respaldado por los colchones sonoros de las teclas de Pablo di Nardo- constituyen un sello indiscutible.

 

A medida que avanza la lista con temazos como “Un par de árboles”, “Impecable”, “La araña” y “Pantera” comienzo, inevitablemente, a elucubrar conjeturas y teorías. Acá va una: si -como bien dijo Morrissey- la singularidad de los Smiths residía en la combinación de melodías tristes sobre acordes felices; el secreto de Mi Amigo Invencible es también ese sabor agridulce. En este caso, canciones con acordes y melodías alegres entre letras melancólicas y paisajes nostálgicos. No tengo pruebas ni dudas. Fuente: Essen.

 

Suena “Máquina del tiempo”  e inmediatamente después de reconocer que somos unos idiotas importantes que lo arruinan todo por quedar bien se produce un quiebre en la noche: “Reflejo” -presente en el último disco, en colaboración con Juan Mango de Usted Señálemelo- nos deja a todos en silencio absoluto y boquiabiertos. Durante un puñado de segundos se produce la magia inherente a los eventos populares: atención pura, sincronía fina y apagado del extractor mental.

 

Luego de “Olímpica” se escucha “Caballo” y el contraste sutil me hace divagar: ¡Qué fruta noble Mi Amigo invencible! Es realmente admirable la plasticidad compositiva y ejecutiva de los mendocinos. “Isla de oro”, su álbum anterior, fue producido por nada más ni nada menos  que Martín Buscaglia. En este disco la banda se entregó a una exploración lúdica que les permitió lavar -en el mejor de los sentidos- esa nostalgia que tanto los caracteriza. En el caso de “Arco y flecha” -producido por otro animal de perfil bajo, Mariano Otero- se evidencia la maleabilidad y humildad de MAI: entregarse a la dirección y forja del productor, dejarse guiar y obtener un producto que amalgama y evidencia ambos sellos. Una suerte de alquimia que sintetiza esencia y propósito. Y si algo sobresale en estas últimas composiciones son las líneas y el audio del bajo: sonido nasal, seco, maderoso y brillante, bien Fender, bien Precission, que Lucila Pivetta ejecuta y reproduce en el vivo mientras no para de sonreír y contagiarnos su felicidad. Su pulso - junto al kick y groove de Arturo Martín- es el pulso de la banda.

 

El show transcurre entre canciones que recorren el arco de sus nueve discos, guiños generacionales a Daft Punk con “Around the world”, a Ray Parker Jr con “Ghostbusters”, y a Andrés Calamaro con  “Flaca”, y un manejo fascinante de las intensidades. Nos subimos a los riffs de Nico Boloschin (emanados por una Mustang exquisita) y nos entregamos inconscientemente al vaivén percusivo de Leo Gudiño.

 

Es así, les rosarines nos sacamos la tristeza bailando. Y por un ratito apretamos Ctrl Z en la tierra, y nos olvidamos de todas las miserias políticas, económicas y humanas acontecidas en la semana.

 

Crónica: Gabriel Lovera

Fotos: Luciano Scotta

Compartir

Comentarios