Este 14 de marzo An y Abril, se presentaron en un Jaguar Haüs colmado que abrió sus puertas a las 21 horas.
Cuantas veces escuché a conocidos decir que el R&B estaba muerto, que ya no generaba impacto alguno en las nuevas generaciones y que, y cito: “es música de viejos”; al igual que pasa con estilos musicales considerados casi como “primos” del mismo, como el jazz y el blues. Es por eso que, de camino a Jaguar Häus, el icónico local rosarino , no podía dejar de repetir en mi cabeza dicha afirmación acompañada de un cierto sentimiento de incertidumbre acerca de lo que iba a ver.
Llegué temprano, como es usual en mí debido a mi irrefrenable miedo a llegar tarde, y comencé a hacer fila tras preguntarle a lo que parecía otro potencial espectador, si esta era la línea correcta en la que esperar. Contestó que sí, lo que interpreté como una señal perfecta para iniciar una conversación que comenzó conmigo preguntándole si estaba esperando a alguien, ya que se encontraba solo. Me dijo que estaba esperando a un amigo, y luego vinieron un par de minutos de charla sobre cómo había conocido a las artistas que estábamos por ver.
Media hora más tarde, pasados quince o diecisiete minutos de las nueve, comenzó a movilizarse la fila y, eventualmente, logré entrar. A medida que pasaban los minutos la gente seguía llegando y el bar se llenaba cada vez más. Intenté acercarme a la barra para tomar algo, cuando me crucé con un par de totales desconocidos con quienes también compartí un rato de charla. Resultó que, como es habitual en nuestra ciudad, teníamos varios amigos en común. Entre cervezas y charlas, pasaron varios minutos de distensión, hasta que comenzó el show. Subieron al escenario y, con las buenas vibras que las caracterizan y su presencia escénica tan particular, An Espil y Abril Olivera empezaron a decorar con sus voces las primera melodías entonadas por el cuarteto jazzero que las acompañaba.
Me llamó la atención que, hasta pasado un buen rato desde el comienzo del espectáculo, siguió llegando gente; al punto que debimos amucharnos si es que queríamos estar cerca del escenario. Escenario del que quiero destacar su decoración hogareña, simulando ser un living, con sus tenues luces cálidas alumbrando el sillón que se encontraba en el centro; y en dónde ambas cantantes se sentarían a hablar con el público luego de cada canción. Su conexión con sus oyentes roza lo mágico. Verlas hablando como si conocieran a todos y a cada uno de los presentes, tomándolos de la mano y, ya terminado el show, bailando juntos debajo del escenario es simplemente una confirmación de dicha conexión tan especial y emocionante.
Escuchar la forma en que ambas voces se complementaban en cada armonía que cantaban y, repito y vuelvo a destacar, lo imponente de su presencia sobre el escenario, me hizo volver a mi pensamiento del principio; haciéndome creer nuevamente en este rico género musical, de la mano de sus talentosos referentes actuales.
Crónica: Vitto
Fotos: Luciano Scotta