Lo controlado y lo descontrolado

Una noche de música en vivo

Es viernes y recién al mediodía descubro que es feriado. La onda verde de los semáforos en Bv. Rondeau y la mayoría de los negocios cerrados en la Av. Alberdi me lo confirman. Arranqué el día con una lista mental para optimizar el tiempo: algunas compras, cargar las baterías de la cámara, preparar un bolso con herramientas. Salí a la calle con la sensación de tenerlo todo bajo control. Pero de camino a encontrarme con Lucas, me doy cuenta de que olvidé una prensa. La pregunta se instala: ¿hasta qué punto podemos controlar las operaciones que nos proponemos? ¿Y cuándo somos nosotros quienes nos dejamos controlar por ese afán?

La tarde transcurre en el taller con Lucas; luego me reúno con la Negra, quien me pasa los horarios detallados del evento en Refi. Calculamos mentalmente y entendemos que vamos con retraso: varios mandados, un traslado a zona sur, vuelta al centro, conseguir otra cámara, acicalarnos, comer una pizza de parados y salir pronto. La noche, todavía sin arrancar, comienza a escaparse de las manos.

Al llegar a Refi, en un barrio histórico de la ciudad, la escena parece tranquila: un pizarrón pequeño con horarios, poca gente en la vereda, todo bajo control. Nos acreditamos y entramos, atravesando el patio y dos puertas custodiadas. Suena Fresita Veneno, banda que abre la noche con poesía, batería contundente, bajo bien prendido y su caracteristico sintetizador. Me atrapan las letras, y anoto un verso: “El sol quema más cada año mientras empeoro todo lo que escribo”. Para cerrar, unas princesas suben al escenario y reinterpretan un clásico de Black Sabbath, haciendo agitar las cabezas  fuertemente.

Entre banda y banda, la Negra lanza una teoría sociológica improvisada sobre los abrigos del público: cuero, jean, paño y otros. Nosotros, parte de esa estadística, reímos junto a un chico encuerado que comparte la complicidad. Pero el control se hace presente: nos cuentan que el espacio fue clausurado recientemente por no cumplir con normativas municipales que controlan la agenda nocturna, una acción que, irónicamente, descontrola y limita la cultura alternativa.

A las 22:00 aproximadamente sube Princesa Tetrabrik, con trajes hechos con tetrabriks, discos rayados, coronas de madera y cigarrillos viejos. Su punk garaje es enérgico y contagioso, con problemas técnicos que sortean sin perder el ritmo. La mezcla de referencias populares, covers y temas nuevos genera un espectáculo fascinante y descontrolado, culminando con una performance y al grito de: “¡Fuera Milei!”.

La noche alcanza su punto álgido cuando llegaron Nico y el Rubio, y la sala se llena por completo. DUM CHICA presenta a su nueva baterista; con bajo, batería y voz, su sonido es rockero, post punk, visceral y minimalista. Los movimientos lentos y calculados de Lucila, la cantante, contrastan con el pogo creciente, un equilibrio entre descontrol y control. Se pierden varios celulares, pero alguien toma el control y los acerca al escenario. El pogo más descontrolado y controlado que se haya visto.

El show termina antes de la medianoche, justo a tiempo para evitar la intervención de la secretaria controladora municipal que clausura y descontrola todo. El Rubio habla de lo que llaman “crunk wave”, una corriente musical extranjera y moderna que se cuela en la escena local. Aunque no somos nadie para etiquetar, coincidimos en celebrar lo hermoso que es escuchar música en vivo, en espacios donde la cultura alternativa resiste, se reinventa y desafía las reglas del control.

 

Viernes 15 de agosto de 2025

 

Cronica: Gabriel Hoyos.

Fotografía: Belén Perez

 

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