Una cuestión de elección

El refuerzo positivo como alternativa a la estigmatización y el castigo. A fin de cuentas ¿A quién le puede gustar sentirse una mierda?

Por Ciruela Mágica

Por Ciruela Mágica

Hace no mucho en Facebook vi una imagen que me llamó la atención; era sobre una tribu y un comportamiento muy particular, y muy poco frecuente en nuestra sociedad. Lo cierto es que no soy periodista, y mi curiosidad no quiso llegar a verificar la información, porque de hecho ni siquiera recuerdo cual era el nombre de la tribu o si lo especificaba; quizás porque lo que me llamó la atención no era su veracidad a comprobar, sino la reflexión y autocrítica que fomentó.

En la imagen se explicaba la siguiente costumbre de esa tribu africana: cuando uno de los integrantes infligía algún daño o cometía un acto injusto; los demás integrantes detenían por completo todas sus actividades y conformaban un círculo alrededor del "infractor". Durante el tiempo que tuviera que durar, si era necesario días, cada uno de ellos, sucesivamente, le relataba al sujeto en falta, todas las acciones positivas que había cometido, con máximo detalle, desde el día de su nacimiento.

La ceremonia finalizaba con una fiesta de bienvenida, re-integrando de nuevo a la tribu al sujeto en cuestión. Siendo la intención, generar otro tipo de realidad, una más positiva, que la que llevó al sujeto a cometer el acto irresponsable.

Inmediatamente me vinieron a la cabeza millones de situaciones donde yo misma me había equivocado, donde había generado algún tipo de daño, y cómo se me había criticado, siempre haciendo hincapié en lo horrible del hecho, y como eso me hacía horrible a mí. Peor aún, reviví situaciones (más que nada en pareja) donde era yo la que criticaba y reforzaba, mediante el constante recuerdo del agravio cometido, la negatividad del otro.

Mientras en la tribu el perdón estaba implícito, en nuestra cultura parece estar en peligro de extinción. El hecho de remarcar lo positivo de uno, a pesar de haber cometido alguna falta, denota una concepción del ser humano que con el tiempo hemos perdido. Significa ACEPTAR que uno puede generar situaciones tanto positivas como negativas, y que, si se quiere decir, el “bien” y  “el mal” son aspectos que conviven en el hombre.

La eterna discusión de si el hombre por naturaleza es bueno y la sociedad lo corrompe, o si el hombre por naturaleza es un asesino a sangre fría y por eso necesitamos de la sociedad, quedó disuelta en una simple imagen viral.

De repente la problemática me resultó muy conveniente; casi que me dieron ganas de salir a cometer maldades en mi beneficio, totalmente justificada por mi condición natural de hombre, o por mi condición de hombre en sociedad. Pero no lo hice, ELEGÍ reforzar lo positivo de mi persona en lugar de lo negativo.

Como seres humanos, al menos en el occidente, tendemos a sabernos ajenos de los actos que cometemos, a no tomar responsabilidad de nuestro lado oscuro, cuando, en realidad, uno es el que está decidiendo las acciones que está realizando, hasta los pensamientos que está generando. El hecho de que, una vez la injuria cometida, no deje de hacerse referencia a ella, y no deje de ser remarcado lo pésimo del acto, que recae en última instancia en la esencia de la persona, no le permite al que ha cometido la falta pensarse de otra manera que no sea esa misma. El perdón inmediato e implícito admite la dualidad en la persona, y la posibilidad de una reflexión que lo conduzca a redimirse.

Seamos sinceros, a nadie le gusta sentirse como una mierda de persona, si nos dan la alternativa elegimos siempre no sentirnos como una bazofia ¿Verdad? Pero esa alternativa se nos quita en el momento en que se refuerza constantemente lo negativo hasta identificarnos con esa negatividad.

¿Cómo podemos esperar que no vuelva a cometer lo mismo si lo estamos convenciendo de que no es más que eso? Entiendo lo difícil que resulta reconocer la mierda propia, siempre intentando justificarla con esto, con aquello, y ni te cuento si pasas tu tiempo leyendo distintas teorías filosóficas; hay una para cada situación específica. Pero cuantas más excusas nos ponemos, más nos convencemos de algo que realmente no somos.

Todos tenemos impulsos egoístas, así como todos tenemos también impulsos desinteresados. Lo importante es saber aceptar tanto lo bueno como lo malo de uno mismo, porque es a partir de esa aceptación que es posible la transformación del individuo. Justificar nuestros actos de mierda, para hacernos creer en nuestra cabeza que no lo son, sólo permite una edificación falsa de nuestra persona, lo cual lleva a la inconformidad de uno mismo; y quien no se ama a si mismo, bien sabido es, que no puede amar a nadie más.

Si no somos capaces de aceptar nuestras falencias, no somos capaces de aceptarlas en los demás, por lo tanto somos incapaces de realmente perdonar; y cuando no hay un verdadero perdón, no le damos la oportunidad al otro de aceptarse, reflexionar, y modificarse. De esta manera nos convertimos en seres hipócritas, disconformes con la vida misma; contribuyendo a perpetuar un modismo cultural que perjudica nuestro camino al autoconocimiento, y por lo tanto, nuestra forma de relacionarnos.

Los invito a recordar, en un idioma más lunfardo, cuantas veces le dijeron a alguien: “sos una mierda”, “éste es una basura porque una vez...”, y a poner en práctica, tanto en uno mismo como en el otro, el refuerzo positivo en lugar de la estigmatización y el castigo.

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