Los Espíritus estallando desde el otro lado del oceáno

Los Espíritus zarparon su segunda gira europea y el primer puerto fue Barcelona. Más de 300 personas nos subimos a ese bote y remamos hasta la Luna.

Unos meses atrás, por casualidad, el barrio Gótico de Barcelona me brindó un amigo y, junto con él, una noticia: el 11 de Mayo tocaría una banda argentina en la Sala Apolo. Mirko, ese pibe que me crucé esa noche de callejones, iba flameando victorioso un afiche recién despegado, y roto, de colores vivos con contrastes psicodélicos y se jactaba ante su colega: “viste guacha? Yo (sho) te dije, Los Espíritus van a volver”.

                “Qué va, tío. Los Espirítus son la puta leche. Yo (io) me apunto”, se manifestaba el Pau (que extrañamente no estaba parlando catalá) cuando el Axel dudó frente a la propuesta de asistir al concierto. Claramente, el Axel fue a verlos; también fue el Tano de que labura en la barra de un bar de El Raval, esa noche que lo conocí tocaba Roger Waters a unos metros de ahí. “Se, se. Tutto bien con Pink Floyd, ma 70 euros, no, no. Los Espiritus 15 euros. Ascolto”, segundos después, la viola de Gilmour se fundió con la de Maxi Prietto. En ese bar, que ya olvidé su nombre, sonaba “Gratitud”, y el tano desataba una sonrisa y rendía honores: “Los Espíritus y Maradona, il megliore”.

                Con Felipe, hincha del Sao Paulo, mientras concordábamos en que el futbol se perdió entre tanta mierda capitalista sonaba de fondo “Jugo” (“me imagino que vose conoce esto”, fue el preludio) y corría la jarra de fernet. Y la pregunta surge para mis adentros: cuando pasó todo esto? Cómo llegó a tantos oídos esta banda? Esbozo dos respuestas: una, Los Espíritus tienen muy buenos inversores (o hackers), siempre aparecen en la lista de la derecha de Youtube; dos, Los Espíritus no tienen público sino más bien militantes, fieles seguidores que inculcan la doctrina en cada ocasión que se presente. De la forma que sea, llenaron el Apolo.

                 Teatre Apolo, ese cartel gigante sobresalía sobre mi mirada en la esquina de la Avenidad Paral-lel. Sin embargo, esas calles del barrio Poblesec se mostraban con un aire atípico. Decenas de grupos de personas estaban “rancheando”; corrían el porro, el vino y la birra y alguna que otro comentario felino sobre la figura del honorable presidente de la República Argentina. El acentro argentino fue local en esa ciudad del Mar Mediterráneo: esa noche se inauguraba la gira europea de la banda oriunda de La Paternal.

Más de trescientas personas colmaron la sala y la banda salió  con “Mares”, no podía ser de otra manera, pero hoy era otro mar. Los Espíritus se pasearon por sus tres discos, pero fueron especiales dos temas del primer álbum: “El gato” y “Jesús rima con cruz” que los estiraron casi 10 minutos con largas improvisaciones instrumentales, el goce estaba presente en cada uno de los danzantes.

                “Vamos a la Luna” fue el último tema de la lista, pero no el último tema de la noche. Al irse del escenario, todos los militantes empezaron a enardecer el pogo cantando, casi rezando: “remen ya (sha), vamos a la luna”. Remar todo un oceáno, todos esos mares. “Andate a tocar a la Luna, la Luna la vamo a copar”, y sí, ese sentimiento de ricota aflora, y cómo no? Si los redondos son otra banda repleta de militantes. Tras cinco minutos, el canto era cada vez más fuerte. Los Espíritus salieron al unísono: “el día de hoy, en este instante, la Luna llena (iena) es un buen momento”. La militancia quería viajar, a donde sea, a la Luna de ser posible. Los Espíritus tocaron 20 minutos más. Y sí, era un buen momento para estallar desde el océano.

Fotografía: Marcelo Canale               

Texto: Tomás Faranna

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