Mucho más que gambetas

Farolitos estrenó el Gran Atlas en una serie de tres recitales seguidos que demuestran porqué hoy es una de las bandas rosarinas más convocantes.

        Por Tomás Faranna

         Cualquier persona que pasó por Mitre y San Lorenzo en las noches del 10, 11 y 12 de Octubre no dudó de que esa noche tocaba Farolitos. Cientos de remeras y decenas de banderas demostraron que la banda del club Luchador se hizo presente ineludiblemente.

         La cita fue en el flamante centro cultural Gran Atlas, ex espacio del antiguo cine Atlas, ubicado en Mitre 645. El éxodo periférico al centro de Rosario fue reflejado por las pantallas que acompañaban al show con el lema: “De los barrios al centro”. Estos televisores, además, mostraron imágenes de las luchas obreras y de los pueblos originarios mientras desfilaban aguerridas dosis de conciencia lírica desde la voz de Marcos Migoni y el rock de toda nuestra vida, sonando.

         No es casualidad que el grupo haya elegido esta fecha para la seguidilla de recitales. Lo mismo ocurrió aquella vez en el Club Sportivo América y en numerosas ocasiones. El 12 de Octubre es el pie de conciencia, el articulador del pensamiento y un motor que nace de todas las culturas que perdimos y las que aún hoy se siguen ocultando y masacrando. El cantante, Marcos, expresó esta idea declarando que no es un día para festejar, llamando a la reflexión de los que presenciaban.

         Con un disco en el horno, la banda desplegó dos canciones de su futura placa discográfica: “Alita de puloil” y “Melodía de barro”; y hasta se dio el lujo de repetir una de sus nuevas canciones sobre el final de la noche (show del sábado). Sumado a su clásico repertorio que oscila entre los temas de sus dos discos de estudio.

         ¿Qué sentido tiene enumerar una lista de temas cuando las canciones desbordan, justamente, los márgenes del estereotipo de canción?

          La realidad y la justicia son dos personas que se saludan a la distancia, casi por compromiso, como vigiladas, fría (helada) sensación que vivimos día a día. Cuando Farolitos está sobre el escenario estas personas se abrazan, se sientan a charlar mientras toman mates y piensan qué carajo hicieron para llegar a estar tan alejadas y cómo evitar que eso pase de vuelta. Creo que ya no estoy solo, pienso. Pienso mientras no paro de gritar esas letras que me desgarran y que las canto cada vez más fuerte como queriendo no olvidarlas nunca, o quizás para que todos las escuchen.

         Capaz nunca nadie las escuche, capaz nunca nadie les de bola. Para nosotros lleva guardada una intención. La convocatoria de más de 400 personas por noche demuestra que no estamos solos. Farolitos sigue caminando por el sendero a la justicia social, inundando las calles de rocanrol pero dejando más que claro que esto es mucho más que gambetas.

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