La Bartolina y el Club 1518

​Dos lugares, dos espacios y una vereda vacía que, hasta el presente aloja la manija de ceremonia tribal en cuerpo y alma de quienes habitamos la ciudad de Rosario.

Dos nodos culturales que supieron reunir múltiples expresiones artísticas y posicionarse en un lugar clave, del circuito cultural en pichincha.

 

Quién haya bailado con vergüenza, seguramente no lo hizo en el CLUB 1518, en un lugar así, se puede ser libre, la monada se disfruta mucho a sí misma, sabe muchas veces a quien o que va a escuchar. Sabe lo que quiere. Es consciente. Es de esos lugares en donde al artista se lo recibe como a une amigue, como a un colega, es la calidez de llegar a un espacio en donde valoran de verdad lo que se expresa en escena. Se priorizan estas cuestiones, por sobre un fin comercial de poner un lugar hasta las tetas y reventar la caja a cualquier costo artístico/estético.

¿Cuando volveremos a ver poesía impregnada en la pared de un baño?

Cuál será el próximo punto de convergencia de les poetas trans, de las disidencias hechas verso. Como no hervirte la sangre con un poema de Juan Pablo Di Lenarda Pierini  o con las “Tanga Feroz” haciendo sus performáticas puestas en escena. A principios de 2020 y previo a su cierre el Club concluyó un ciclo de poesía y Jam de funk groove que abrazó durante dos años a más de 200 artistas en al menos 44 Jornadas.

Con calcos empapelando su ventana forma una cartelera de bandas under que habitaron hasta el sudor, madrugadas en el CLUB 15 (como le dicen muches) o “El club” a secas.

Luego de la embestida neoliberal provocada por cuatro años de gobierno derechista. El club, herido como todo el circuito artístico under,  siguió defendiendo su honor, pero las ingratas e irrisorias leyes del municipio que regulan el mercado nocturno rosarino, se ocuparon de dejar exhausto a quienes sostenían con esfuerzo latiendo este lugar. Quienes a principios de 2020 anunciaron anticipadamente su cierre.

 

No se puede Bailar.

Rosario de Santa Fé. Cómo olvidar que en ti, ciudad, fue brutalmente asesinado por patovicas y policías un pibe que luego fué arrojado al río por un grupo de criminales corruptos, trabajadorxs estatales, esbirres del aparato que cobran para “cuidar la gente” pero es imposible olvidar, porque no fué sólo un pibe. Fueron varios.

Tanto el caso de Gerardo Pichón Escobar (Bar La Tienda) como el reciente caso de Carlos “Bocacha” Orellano (“Ming River House” La Fluvial) Desenmascaran el turbio escenario nocturno, en donde las cosas pueden llegar tan lejos que un empleado te declara la pena de muerte mientras las cajas de su jefe facturan. Lo necesario como para contar con un capital que pueda “habilitar” el funcionamiento de estos espacios en donde pareciera que se pueden hacer muchas más cosas aparte de bailar.

Ningún espacio cultural autónomo o pequeño, de las características de los en esta nota reivindicados y recordados. Registró hechos de peleas, extrema violencia, acoso, abuso, violaciones, peleas entre barras, Etc;. Cómo registran muchos de estos “Boliches” en los que “sí se puede, bailar”.

En un acta de clausura del Club 1518 se especificaba como uno de los motivos del cierre que había personas “oscilando” con su cuerpo. O sea bailando.

Mientras a algunes se les prohíbe bailar con la música, otres bailan en la oscuridad, al ritmo de la brutal maquinaria nocturna, un negocio de negocios. Una balada siniestra y cobarde que marca el tempo de la impunidad en la justicia rosarina.

La Barto y la lucha.

El silencio paraliza incluso, un chorro de vino a punto de regar el vaso de una amplia ronda. En ese momento, ni el 103 negro se atreve a interrumpir sacudiendo la esquina de Salta y Lagos. Está por comenzar a sonar un chamamé, bajo quién sabe qué mágicas  manos, en la peña “Tacurú” mientras se van sumando las voces, y las gargantas se aflojan al compás del buen beber. El respeto por la obra y la hermandad, aflora entre amigues, y también desconocides. La Barto era cruzar la puerta a una dimensión en donde puede suceder en un segundo, algo maravilloso. Quizá fuese la energía de un colectivo de seres con tanta vibración que lo monstruosamente hermoso y especial, era casi el menú de la casa. Escuchar la guitarra de Andrés Guzmán a centímetros de tu oído y que te cuente esas verdades como un amigo que te da un consejo, o te narra algún entrevero de sentimientos. La voz de la Vicky Alancay como un abrazo sonoro, estallando en esta pampa de cemento en la que a más de une le hizo brotar la piel de pollo y hasta alguna lágrima con sus interpretaciones. Los murales de China del Río y la historia de un grupo que eligió sumar amor y sostener algo más que un bar cultural. Yo más bien diría que la “Barto” es parte de un sueño colectivo. Es un sueño que vamos a seguir soñando en donde sea. Porque un sueño es como una semilla, se lleva en el corazón para largarlo en tierra fértil. Donde uno esté dispuesto a cuidarlo, a quererlo y a regarlo, hasta echar raíces y hacer brotar semillas a borbotones, hasta que sea más común, más natural soñar. La gente se olvida de soñar porque mientras está despierta le dicen que no puede. Pero ahí aparece un lugar en el tiempo como “La Bartolina” en donde las semillas, ya levantaron alto vuelo.

Despacio Escuela

Ya lo creo que esta vereda fué y será una escuela para muches. Cuantxs pibxs decidieron dedicarse a un instrumento, luego de pasar por estas vidrieras culturales y escuchar la Big Band Expresso ensayar a mediatarde, a cuantxs les despertó las ganas de compartir ideas escritos, teatro, freestyle, graffitti.

Pero la materia más importante de esta escuela de dos aulas, en la vereda de salta y lagos. Es la lucha.

Ambos espacios, fueron y seguirán siendo simbólcamente sinónimo de dignidad, de cultura real, de respeto por el otre, de feminismo, de disidencia, de memoria popular, de antiracismos y antifascismos. De despenalización, de descrimilalización de la pobreza, de las juventudes, de las infancias. Espacios de deconstrucción. Una escuela en donde el recreo era que dos tumultos coexistan, la calle, el folclore y el rock indie. La trova y una session rabiosa de hard-bop. La gente mira para adentro. Y ve un abrazo, no ve a gente mirando gente desde arriba de un “VIP”. Nadie fué discriminade por como estába vestide o por su físico. La lucha es poder trabajar. La lucha es poder abrazarnos.

Hoy la pandemia y la situación sanitaria internacional, nos hunde la daga aún más en la herida de la cultura. Son muchos los espacios que se vieron brutalmente perjudicados por el contexto de aislamiento. Te invito a recompartir y a comentar más espacios como éstos a quienes casi no les quedaron alternativas, muchos por tener que sostener un alquiler, y claro está por tener que suspender la actividad completamente. Rosario es un manantial de arte, de talentos, de compromiso con la cultura. En su fachada pretende ser una ciudad “Turística” pero nunca presentó políticas públicas concretas para fomentar en profundidad las venas culturales y los circuitos inmensos que posee esta hermosa ciudad en su interior. Cuando podamos salir de esta situación de emergencia que nos tiene a todes paralizades, vamos a salir a las calles a tratar de recuperar muchas cosas, muchas dignidades, el arte en la calle, a la gorra, al sobre, el arte a voluntad, o por cachet, vamos a querer recuperar esa birra con amigues. Ahora hay algo que es infalible y va a costar, por y para la cultura, va a costar, por este sistema casi obsoleto ya homicida sin escrúpulos va a costar. Pero vamos a salir a recuperar nuestros sueños. Cueste lo que cueste.


Gabriel Paraná

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