DETECTAR LA POBREZA

PH: SEBASTÍAN PANCHERI

Desde Nación y bajo el ojo de Provincia, el Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Territorio Argentino, se puso en marcha dentro de Rosario. Popularmente conocido como Plan Detectar, tiene como finalidad llegar a tiempo, aislar al paciente y evitar la necesidad de camas y respiradores.

El equipo compuesto por profesionales de la salud y voluntarios barriales, comenzó esta semana a rastrear posibles casos de Covid19. Lunes y martes estuvieron en el Centro de salud La Esperanza, ubicado en zona noroeste de la ciudad. Entrevistaron a 814 personas, 214 familias y realizaron 60 hisopados. La semana anterior, día 13 y 14, fue el turno del barrio Toba, en el sudoeste rosarino y acá los números paralizan: 1.600 personas, 320 familias y 69 hispodados, es decir que el 58 por ciento de los testeados dio positivos.

Al comienzo de la cuarentena, muchos profesionales de la salud, advirtieron que durante septiembre – octubre, se notaría la verdadera curva. Y no le erraron. Un mes atrás el promedio de casos detectados rondaba el 10 por ciento, hoy oscila entre el 30 y el 40 por ciento de los examinados.

Médicos curtidos de experiencia se ven en la urgencia de atacar antes que el virus, o al menos de llegar a tiempo para dar pelea y que de esta forma los sistemas de salud tengan un respiro. Vecinos registrados como voluntarios indican el camino.  Y de esto va la nota. Pensar e imaginar las vulnerabilidades de quienes habitan barrios y villas desde las comodidades céntricas es muy distinto a pisar el suelo olvidado por todos los gobiernos históricamente, a poner el cuerpo y sobre todo la mente en frío para no desplomarse en angustia cuándo unos pocos ojos empiezan a ver las realidades que nadie cuenta.

Con pasillos angostos, pero extensos tan extensos que cientos y cientos de familias los habitan, con suelo de tierra y si la suerte estuvo de su lado un ripio perdido, o un tramo de cemento viejo. Con paredes, techo y puertas de chapa porque son pocos los que duermen entre ladrillos. La posibilidad de expandirse no llega. Y claro, cómo podrían soñar con construir si no cuentan con agua potable, ni servicio de electricidad cuidado y seguro, mucho menos recolección de residuos que se acumulan formando un cordón entre los pasillos.

Le llaman asentamientos, y se los define como “el lugar donde se establece una persona o una comunidad.” Establecer no significa elegir o decidir. En este concepto,  se refiere a única alternativa. Asentamientos entonces puede relacionarse de forma lineal y directa con la idea nata de sobrevivir.

Con el plan Detectar salen los trapitos al sol. Dentro de esos pasillos viven amontadas muchas personas pertenecientes a la misma familia y las enfermedades desbordan. Diabetes, problemas respiratorios seguidos de broncoespasmo, corazones que no resisten más, embarazos que nunca fueron controlados, niños asmáticos, celíacos, o desnutridos. Cirrosis, cáncer, o discapacidades motrices. También están aquellos que quedaron solos y en esas casas corren riesgo de enfermarse por angustia, miedo y abandono.

¿Es el coronavirus la gota que rebalsa el vaso?

No quedan dudas. En un país donde reina la desigualdad económica, territorial, educacional y laboral, este virus no hizo más que agrandar la brecha. Las vulnerabilidades de los que menos tienen empeoraron. Miles de argentinos dependen hoy de la precariedad y la solidaridad de otros para alimentarse.

Esas diferencias se vuelcan también en el ámbito de la salud. Quienes viven en condición de pobreza no tienen posibilidad de aislarse, de frenar la changa, de no salir a rebuscarse el pan del día para que las tripes de sus gurises dejen de cantar. No existe el quédate en casa cuando se trata de hambre. Cuando se vive en un cuadrado de cuatro por cuatro con tu pareja, tus hijos, tus suegros, tus padres, tu hermana y su hijo. 

Entonces sí, es el coronavirus la gota que rebalsa en vaso en una Argentina podrida por donde se la mire. Arrasada por cuatro años de neoliberalismo atroz que hoy impulsa a quebrar la sociedad, a enemistar unos con otros, que no ayuda, más bien perjudica en el momento dónde las fuerzas políticas deberían trabajar en conjunto hoy más que nunca.

Un país víctima de un virus que saca lo mejor y lo peor de todos. Dónde sus pobres mueren primero, sin ayuda de quienes proclaman votos y prometen ilusiones inalcanzables. Mueren en el olvido de su Patria, discriminados por gran parte del pueblo, luchando hasta el último respiro, rogando que si Dios existe, tenga compasión de sus hijos o sus nietos, que la droga no sea el alimento del día,  que las escuelas les abran las puertas, que la pobreza no los avergüence porque la culpa nunca fue ni será de ellos, porque nadie elige nacer del lado del olvido institucional y la crueldad de las vulnerabilidades no debe ser un estilo de vida viable.

El objetivo principal de los operativos es detectar casos sospechosos de coronavirus y por ese motivo visitan casa por casa. Pero el deber de quienes viven inmersos en privilegios, es justamente, cuidarse para cuidarlos porque los bonos, las ayudas económicas y los bolsones de comida no alcanzan, porque la raíz del problema es otro y mal regada no hace otra cosa que pudrirse más.

 

Por: López Ludmila

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