Martín Buscaglia: La música como otra forma de horóscopo


Dialogamos durante más de media hora con Martín Buscaglia, hablando sobre su último disco, su forma de ver la música, el Uruguay y las fuerzas creadoras.

Conexiones telefónicas satelitales cruzaron los ríos que dividen dos naciones para acercarnos durante una rica media hora a Martín Buscaglia, el músico montevideano paladín del funk de la banda oriental y de sus fusiones sonoras. Un melómano por naturaleza, entregado a la magia del random y la asociación libre artística, que cuando no se encuentra haciendo música, se encuentra jugando con ella, mediante la amistad, mediante la radio o mediante tantas otras formas en las que logra conectarse con ella.

En 2020 presentó Basta de Música, un disco que, paradójicamente, vio la luz de las plataformas digitales cuando el mundo se paró. Y ahí se quedó, para nada quieto, si no recreándose para comenzar a presentarse cuando los protocolos lo permitieran. Hacia fines de 2021 esperábamos una gira que lo traería a Martín por nuestras tierras para presentar este material, pero ésta se canceló, y seguimos a la espera de poder escuchar orgánicamente esas canciones, en su guitarra y en su voz. Mientras tanto, compartimos este diálogo ameno que tuvimos, para entender un poco más el universo artístico que habita en su cabeza.


 

- Estás trabajando en la presentación de Basta de Música, un disco que salió hace casi dos años. ¿Qué onda con esas canciones? ¿Siguen siendo las mismas? ¿Te generan lo mismo?

Yo creo que, contradiciendo a Led Zeppelin, la canción no es la misma nunca. Heráclito decía que nadie se baña dos veces en el mismo río. Bueno, nadie escucha dos veces una misma canción. Ningún músico toca dos veces el mismo acorde, nunca es el mismo. Aunque tocara el mismo repertorio híper ensayado, igual sería diferente. No es el caso, porque el repertorio lo decido dependiendo el mood de cada noche. Pero va más allá de eso. Un concierto se hace con el otro. Un concierto no es como un disco. Estas canciones, por suerte y por decisión, cuando las grabé en Basta de Música, eran bastante jóvenes. No es un repertorio que yo venía arrastrando hace una década y que por fin grabé. Eran las canciones que me entusiasmaban más y que por ende estaban arrancando a andar. Así que todavía están frescas y musculosas.

 

- En tiempos de computarización sacaste un disco en el que todos los instrumentos fueron tocados literalmente. ¿Qué valor le das vos a eso?

Le doy todo y ninguno. Lo que importa es que la música tenga power y que valga la pena incorporarla a este mundo obeso en el que vivimos, en el que te meten información y contenido como si fuera el paté de foie, que le meten al ganso a la fuerza comida como con una sopapa para que le estalle el hígado. Eso es lo que nos hacen a nosotros, diciéndonos que eso es libertad. Te llenan de información, ahogándote en posibilidades y ahí quedás nulo, quedás discapacitado sensorialmente de tantas posibilidades que tenés.

Entonces creo que un disco tiene que valer la pena hacerlo, y no me importa si es hecho con una computadora o hecho con un ukelele. En mi caso, ya he hecho discos jugando con la computadora (pienso en el Evangelio según mi jardinero, pienso en Temporada de conejos). Ahora tenía ganas de buscarlo por otro lado, pero como te digo, es lo mismo. Hay temas como Chuza, que es todo electrónica, pero está todo tocado fuera de una compu. No cambia. Sólo que está tocado con máquinas reales y no con un programita o con un plug in. Entonces tiene la gracia de que realmente palpaba algo yo mientras lo hacía, hay un ser humano ahí más vivito y coleando. Me imagino también que puede ser un camino que los años traen.

Lo veo en muchísimos músicos que, con los años, van haciendo cosas cada vez con menos elementos, porque se van dando cuenta de esto que yo estoy intuyendo ahora, de que con los mínimos elementos igual llegás a todo lo que vos sos. Lo veo a Hugo Fattoruso tocando el piano con una cuerda de tambores y nada más, y hace 40 años tocaba con los teclados más novedosos, y programando con las máquinas de ritmos más estrambóticas. Me suena que ahora llega a ese estrambotiquismo con unos tambores y con un piano. Entonces el disco este, está hecho fuera de la compu y es, si se quiere, minimalista, pero eso no significa que sea todo un sonido tierno y analógico natural, ni que sean sólo canciones delicadas, sino que agita también cuando debe hacerlo, sólo que con esas herramientas en apariencia más rústicas.

 

- Te traigo frase tuya: “ante la duda, todo”. Es una frase que a mí me llegó mucho y a veces la termino usando ante situaciones de la vida. ¿El “ante la duda todo” también juega un poco en tu método de composición?

Primero quiero decir algo, como el disclaimer de las botellas de alcohol que dice “bébase con responsabilidad”. Lo mismo tendría que haber puesto con ese tema, no? Es un lema que en muchas situaciones aplica, pero no me hago responsable del uso que otros hagan de esa frase jaja.

“Ante la duda, todo” no significa que todo valga, sino que todo es pasible de ser bienvenido. Todo puede ser un picaporte. En ese sentido la música es el lugar más alejado que se me ocurre de los prejuicios y de la vergüenza. Es un “sí, vamos a probar” y a veces terminás donde empezaste y a veces terminás en un lugar nuevo y te parece increíble cómo llegaste. A veces eso implica que termines haciendo un tema cantándolo con un piano nada más, porque llegas al lugar clásico donde hacés la música, y a veces llegás a un lugar que desde afuera puede parecer traído de los pelos, pero si llegaste hasta ahí, en mi caso, nunca lo es. Nunca hago nada que sea traído de los pelos. Y si lo parece, es apariencia, porque quiero que lo aparente. Pero si llegué hasta ahí, es porque creo que es el mejor posible, el más habitable, el que esa música, melodía y letra me pedía.

 

- Te quería preguntar por tu proyecto radial, por La Casa del Transformador. ¿Qué te aportó este proyecto radial en tu búsqueda artística?

Muchísimo, pero sabés cómo? Como más me gusta, que es subrepticiamente. Como más me gusta componer es sin darme cuenta. De hecho estoy todo el tiempo intentando no hacer nada. Me gusta hacer muchas cosas o no hacer ninguna. En el medio no disfruto tanto. Y aunque intento no hacer nada, es precioso cuando no podés escabullirte al componer, al aprender algo nuevo. Esa es la manera en que me funciona a mí, el estar distraído a la música que hay en todo. No estoy como un cachorro con la lengua afuera jadeando diciendo “hay música”, sino que estoy diciendo “pa, no rompas más las bolas, música”. Esa es la situación que me funciona más para relacionarme con ella y extraer de donde tenga que ser extraída la música.

Con la radio lo que me pasa es que es como un diario íntimo que hago sin darme cuenta, sin proponérmelo. Y como queda grabada la música que elegí, eso habla de lo que yo sentí en esos tiempos, de en lo que estaba enroscado, lo que me hicieron conocer, lo que recordé, lo que estaba investigando. Entonces este disco, Basta de Música, tiene como una de sus mayores influencias al programa de radio, porque paré el programa para hacer este disco. Entonces todo el enrosque que fui teniendo a lo largo del año que hice ese programa, está plasmado ahí. Es algo que no voy planeando, puede empezar funkero y terminar en unos calipsos hindúes, yo que sé. Porque vas llegando, una cosa te va llevando a la otra, como cuando estás en la sobremesa hablando con un amigo.

Ahora lo veo como un diario íntimo, ahora estoy escribiendo el diario íntimo para un futuro disco, sólo que, como es mi modus operandi, no le estoy dando pelota. Pero es probable que cuando saque otro disco diga que en la temporada anterior del programa había muchos indicios de que el disco iría por acá.

Sabés que hago muchas cosas con la música, y este programa es de las que más me emociona cuando encuentro gente que me escribe, que me comenta cómo conecta con él, porque es algo que tiene intimidad. Es como que venga un amigo a casa y decirle “escuchate esto y escuchalo desde este ángulo”. Porque vos no entrás a una casa por la chimenea, entrás por la puerta. Si una música para bailar vos la escuchás sentado, es culpa tuya si no la entendés, no es de la música. Casi siempre es tu culpa en general.

 

 

- Metiste una colaboración en el disco con Milán Cardozo, un arpista paraguayo que vive en la selva y que, por lo que tengo entendido, hizo su propia arpa. Contame qué onda esta experiencia.

Es muy simple bo. Estaba grabando el disco y, lo que ya tenía claro es que quería un combo reducido de músicos. Músicos que entendieran bien la idea y el concepto, pero que no seamos 30 músicos, ni que hubiera invitados especiales, que creo yo que en general es algo que llena el ojo pero no la oreja. Si te fijás en el disco las baterías están a cargo de Martín Ibarburu y Diego Bartaburu, después está Matías Rada acompañándome y cantando, tocando guitarras y teclas, y no mucha más gente.

Yo venía escuchando muchos huaynos y cosas así, y esa sonoridad fuera de la compu me llevaba a necesitar un arpa, no tocada como un arpa clásica sino más de patas en el suelo. Ese instrumento que es como un mamut, una cosa rarísima y gigante. Estaba de gira por Misiones, y ahí un poco guíado por los Núñez, un dúo chamamecero de ahí que son unos virtuosos y unos maestros de la vida. Sabiendo que ahí por la triple frontera se curte arpa, les pedí que me recomienden arpistas. Y me recomendaron dos: un chiquilín joven muy virtuoso, que toca en festivales de jazz, es rapidísimo y entiende todo al toque; y a un señor, Milán Cardozo, un paraguayo que vive en la selva, tiene 80 años, se construyó su propia arpa y sólo sabe tocar chamamé. Cuaquiera que conozca mi música, mi programa de radio o mis intereses, sabe que no me fue para nada difícil optar por una de las dos opciones.

Y elegí a Milán Cardozo, que es un capo. Nos tomamos unos vinos y grabó ahí. En Me enamoré grabó un poquito en un momento que se pone medio huayno, y también graba en un tema que se llama Caballo, que ahí también toca Juan Núñez el bandoneón, y que dio en la liana tal cual. Yo me lo imagino como una procesión que termina en un río, y en un costado hay un entierro, mientras que al mismo tiempo vos estás lavando tus pecados al amanecer, y pasa una canoa con una embarazada y te mira en silencio. Eso es lo que me generó el arpa que tocó Milán Cardozo en ese tema, Caballo.

 

 

- En Basta de Música hacés una versión de Sencillo de Julieta Rada. ¿Qué importancia le das a homenajear a artistas actuales, contemporáneos a vos?

Te comento dos cosas. No es exactamente así. Sencillo es un tema que yo compuse con Julieta para su disco, es un tema que hicimos los dos. Quería cantarlo y dije “ta, lo grabo también yo”. Es precioso que las canciones se vuelvan a grabar, que haya versiones y unas te copen más y otras menos, que estén en distintos tonos. Es una tradición más brasilera esa, que me calza bien. Si te fijás, las letras no son exactamente iguales. Hay una frase que, cuando hicimos el tema, a mí me gustaba de una forma y a ella de otra, y dijimos “está perfecto a vos te calza esa, vos cantá esa y yo esta otra, que significa casi lo mismo pero que va más con mi cosmovisión”.

Siguiendo con tu pregunta, sobre conectar con gente de mi generación o más joven, como Julieta, me parece lo más vital e inteligente que alguien puede hacer. Ahora estoy produciendo un disco de Paul Higgs, un músico uruguayo capo que tendrá unos 25 años, y es hermoso conectar con esa data. Al mismo tiempo he tocado con Fernando Cabrera, que es de otra generación mayor que la mía, y también es hermoso conectar con esa data. Ni hablar con mis contemporáneos, con los que compartimos mayor cantidad de referencias comunes. Ya sea ir, volver, ir para adelante o para atrás, la música es muy propicia para eso.

 

- ¿Qué encontrás en lo que viene dando últimamente la música uruguaya?

Siento que la música uruguaya en general está en una época efervescente preciosa. Desestructurada y desvergonzada. Esa es la visión que tengo ahora, por lo menos con los músicos que estoy chusmeando y siguiendo. Como que abrazan un lenguaje más pop o funkero, pero deforme siempre, que es lo que nace acá en Uruguay. Es inevitable eso acá. Es muy difícil encontrar a alguien que haga un género puro y duro. Siempre se le va por la tangente, y eso me encanta. Tiene una cosa propia de la impronta de acá.

En otras épocas veía que estaban más encasilladas las rachas. Una racha rockera, una racha cumbiera, una racha más cabezuda, etc. Y ahora veo una mescolanza mayor, como es la música en general. Lo veo bien bo, veo un montón de músicos efervescentes.

Después, lo que veo que pasa en el mundo, es que cuesta que aparezcan obras enteras contundentes, pero eso es por lo que hablábamos del síndrome del paté de foie, que te meten información y te obligan a vos también a dar información. Es un chantaje en realidad. “Te doy un Instagram, que es divino, que subís una foto y salís siempre bien. Ahora, publicá algo todo el tiempo para que se mantenga vivo.” El primero te lo regalan, el segundo te lo venden. Como decía ese gran compositor argentino que es Pipo Cipolatti. Eso capaz que atenta contra la aparición de un disco completo que la rompa. Esa obligación de sacar un tema suelto todo el tiempo hace que salgan perlas sueltas, pero armar un collar con esas perlas me parece que cuesta un poco más que en el siglo pasado.

 

- Vos sabes que yo hago un podcast que se llama el Groove Mundial y busca ciertos géneros en diferentes países del mundo, busca cosas como el soul, el funk, el jazz, el disco, para ver cómo se van fusionando con los sonidos típicos de cada país. Justamente hay un episodio sobre Uruguay. Y quería preguntarte, para vos, ¿dónde está ese groove uruguayo?

Para mí el groove, el ritmo, eso que hace que la cosa baile, está siempre en la música que vale la pena, inclusive en una balada. Hay géneros en que eso es más evidente e imprescindible, como en el funk, que es un género que funciona si te mueve y te hace bailar. Pero también el groove está en una charla, que tiene que tener ritmo, armonía y melodía. Y si una de las tres falla, fracasa también esa charla y pierde un poquito de seducción. Con la música pasa lo mismo. En música que inclusive no tiene percu ni nada, igual si está bien, groovea. Por lo menos así es como la escucho yo.

En el groove de acá de Uruguay, hay un punto obvio que es el candombe. Esa mescolanza de negritud que es única montevideana, ni siquiera uruguaya. Después hay otras danzas y mescolanzas, y mismo la milonga tiene un cachengue que está impresionante. En el carnaval, cuando la murga termina su actuación bajando del escenario cantando, adelante va la batería de murga, y es una cosa alucinante, un Nueva Orleans africano pero acá en Sudamérica, en el tercer mundo. Pero el candombe pienso yo que es lo que permea todo. Y me parece que hay que atesorarlo si sos de por acá.

A mí a veces me interesa hacerlo evidente, pero aunque no quiera hacerlo evidente, igual está. Aunque quiera tocar funk más puro y duro, está. Hay algo en la llevada que está aprendido en la calle, en el barrio. Toques o no el tambor. Sólo por escucharlo desde que sos bebé.

 

 

- Le comenté a mis seguidores que iba a hablar con vos, y les pedí que me cuenten qué te preguntarían. Acá van dos de esas preguntas. La primera. ¿Para vos, como dice la frase, Uruguay es el mejor país?

No, ni ahí jaja. Me encanta porque es el que me tocó, es el que conozco y al que le saco jugo. Pero no hay ningún mejor país, porque sino estaríamos todos en ese país, y de ese modo arruinaríamos ese país, y estaríamos mirando el país del vecino. Siempre es más verde el país del vecino.

 

 

- Otra pregunta interesante que me llamó la atención, y que está bueno hacértela. ¿Estás bien?

Jajaja, qué pregunta! Excelente bo! Estoy vivo, estoy haciendo muchas cosas. Eso incluye lidiar con las cosas sorpresivamente maravillosas que te ofrece la vida, las maravillosas que no son sorpresivas porque laburaste para ello, y también para los tropiezos y bajones que todo incluye. Eso es así. Lo que sí siento es un disfrute del paso de los años. En ese sentido estoy bien. Me gusta mirar para atrás y mirar para adelante, y hacer cosas donde estoy que no es ni en el pasado ni en el futuro, que es hoy. Pero sí, la respuesta resumida sería “sí, estoy bien”.

 

 

- Para cerrar, más allá de que lo hayas respondido en esta media hora de charla, te lo quiero preguntar así de lleno. ¿Por qué Basta de Música?

Bueno, un poco espero ya habértelo respondido, otro poco espero que el mismo disco lo responda, y otro poco me parece una falta de respeto querer explicarle a otro algo, porque te saco el pegue. Es como que Spinetta o el Indio vengan y te digan “este tema que hice quiere decir esto”. No Indio, no me hagas eso, me estás arruinando la vida. Porque construí en base a esa letra, entendiéndola como yo quise, todo un corpus moral y cívico y ahora vos me lo estás arruinando.

Lo que sí te puedo decir, entre las muchas acepciones que tiene, es que en vistas a lo que pasó, que salió el disco y se apagó la música del mundo, más allá de que eso fue terrible, me reconforta volver a comprobar que la música, no la mía sino la música en general, es otra forma de horóscopo. Lo lees y te dice lo que vos sos y lo que va a pasar. La gente se queja y se sorprende diciendo “No puedo creerlo, estaba hablando de Las Vegas, y cuando abro el celular me aparece una promoción de viaje a Las Vegas”. Eso es lo que pasó siempre, no veo de qué sorprenderse. Si vos estás hablando de algo, y agarrás de tu biblioteca un libro al azar, y lo abrís en cualquier página, me extrañaría que la frase que leas no tenga que ver con lo que vos estabas hablando. Si eso pasa, preocupate, y no si lo que leés es justo un horóscopo para un día en tu vida.

 

 

Texto y entrevista: Gonzulu (@gonzulu.prod)

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