La originalidad viva de Martín Buscaglia

Cargando sólo con lo necesario llegó Martín Buscaglia a Rosario, para presentar con su guitarra las canciones de Basta de Música en Distrito Siete.

Un domingo en la ciudad de esos que amenazan con llover pero parece que no se animan. Un domingo de esos fue el que finalmente recibió a Martín Buscaglia, después de una espera que se hizo un poco más larga de lo que esperábamos. Es que Martín planeaba venir a fines del año pasado a presentar las canciones de su último material de estudio, Basta de Música (que salió en 2020), y por diversas cuestiones debió cancelar aquella gira que lo traería a nuestro país. Por suerte esa espera no se estiró más de lo que se estira un verano, y en estos primeros días de marzo lo tuvimos girando por nuestras tierras, para desembarcar así en Distrito Siete.

Cuando las luces del D7 bajaron, salió al escenario el montevideano de pura cepa, agradecido a su particular forma por nuestra presencia expectante, con su agite típico. Se sentó en su silla, cazó su guitarra, y comenzó con la última canción de Basta de Música, La Comedia, porque los finales siempre son comienzos inevitablemente, y nos regaló su ternura, la de ese motor que está volviéndonos un poco locos de amor.

Y así, saludo de por medio, aclarando que iba a estar un buen rato charlando con nosotros y tocando canciones de ahora y de siempre, continuó con la ya clásica Visionarios, esa que hicieron con Julieta Rada y Nico Ibarburu. "Es fácil ser bueno, es fácil ser malo. Ahora, ser justos... esa te la regalo."

Y así fueron pasando algunas canciones del último disco, como Los instrumentos, aprovechando todos los sonidos que pueden salir de una guitarra, y Me enamoré, pasando por géneros de todos lados, desde funk nigeriano hasta huaynos del Alto Perú, todo eso simplificado en las cuerdas de su guitarra acústica. Luego vino una que a mí particularmente me toca el corazón, Trivial Polonio, y comenzó a charlarnos sobre las mil formas de componer, y de cuales son para él las mejores canciones alguna vez compuestas, y así aprovechó para mostrarnos que Volver a los 17 de Violeta Parra también podría ser con la melodía, armonía y ritmo de Trivial Polonio. Y eso fue hermoso.

Hubo tiempo para que suene otra canción de esas bien bonitas del último disco, Para vencer, y luego un diálogo amplio en el que trajo una analogia entre los imbéciles y los inocentes, explicando que los primeros son los que intentan dominar y los segundos los más poéticos, y que la poesía pretende lograr que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles. Luego habló sobre su parecer respecto a quienes cantan demasiado bien en una lengua que no es su lengua nativa, lo cual le resulta un tanto sospechoso, y así vino una comparación entre el increíble inglés de Caetano Veloso y el simpático italiano de Chico Buarque. Y entre una cosa y otra terminamos dialogando del big bang como el parto del cosmos, y sobre cómo esta explosión creadora nunca detuvo su vibración, y que tal vez un 1% de eso sea lo que vemos en los canales de la tele que sólo pasan esa distorción que suena a lluvia eléctrica. Amplio el diálogo.

Y llegó Leroy. Un tema que viene acompañado de anécdota, de los tiempos en los que Martín vivía en Italia, cuando se enteró que en el pueblo tocaba Leroy, uno de los increíbles protagonistas de la serie Fame, de los 80. Lo cierto es que el viejo Leroy ya estaba un poco venido abajo, no tenía siquiera donde dormir, y terminó esa noche descansando en el sillón del living de Martín. Para conocer la anécdota completa, recomiendo escuchar el tema, obvio.

Llegando el cierre del show tocó una de las canciones que compuso con el maestro Kiko Veneno, para luego interpretar Chuza percutiendo nada más y nada menos que una botella plástica de agua (alucinante), y así cerrar con el clasicazo Cerebro, Orgasmo, Envidia, Sofía, no sin antes explicar porqué ese tema ya no suena más en los supermercados de Uruguay. Y se fue así de una, con los respectivos gritos del público pidiendo algunos temas más.

Obvio que volvió pára los bises, que fueron a total y natural pedido del público, cazando rápido seis de todos los temas que se pedían a gritos. Entonces sonaron en modo popurrí todos juntitos El sol, Baby blue, Sencillo, Mil cosas y otras dos canciones que se me están pasando por alto (mala mía). Una forma auténtica y totalmente propia de meter un bis y cerrar así un show, tan original como fue todo el show, y se puede decir, toda su carrera artística.

Volvió a desembarcar así Martín Buscaglia en nuestra ciudad, a la que ya ha llegado en otras ocasiones en formatos tan diversos, como lo era el hombre orquesta, con los Bochamakers, con Nico Ibarburu, Yusa y otros tantos etcéteras. Un artista tan inventivo y original, como simpático y ameno charlatán. Poder verlo con la total simpleza de su soledad, y escuchar las canciones en la pureza básica de la guitarra eléctrica, sintiéndolo cerquita como si no hubiera distintas alturas entre el escenario y las mesas, ha sido un lujito sumamente humano, de esos que te hacen arrancar la semana con tremenda buena onda.

Él sabe bien que en Rosario tiene muchas puertas abiertas, y nosotros tenemos muchas ganas de abrírselas y de seguir escuchando la música que ande cocinando. Que siga auténtico como siempre, amplio, diverso y definitivamente divertido.

Y cuando salimos nos dimos cuenta que al final el domingo se había animado a llover. Al menos un poquito.

 

Texto: Gonzulu
Fotos: Juan Lavarello

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