Río Chino y el gusto de dejarse transformar

Río Chino se despidió de su público antes de un pequeño receso, sacando a relucir la gracia musical de su transformación en el Club 1518.

Viernes de fines de junio en la ciudad de Rosario. El invierno ya se hizo presente y, a mi parecer, está mas heavy que los inviernos pasados. Una noche ideal como para amotinarse abajo de tres frazadas, mirar siete capitulos de la serie que estás viendo, leer un libro, clavarte una dosis de los partidos de Francia contra Argentina (que después terminamos perdiendo y fue un garrón), o simplemente de compartir la noche con otra persona de una forma mas íntima. Pero estamos en Rosario. Y en Rosario pasan cosas, sobre todo los fines de semana. Realmente no nos podemos quejar de la oferta cultural que tenemos en esta ciudad. Y me refiero a la oferta local, a lxs artistas que te cruzás cuando vas a ver otra banda, en el parque haciendo la suya, o en el super comprando medio kilo de picada económica y papel higiénico. Entre otros eventos interesantes que había el viernes, en el Club 1518 tocaba Rio Chino. Ahí apunté, y ahí apuntaron también varixs amigxs. Después de comer, me tomé un vaso de fernet con soda, me puse la campera abrigadísima y arranqué para el Club.


No suelo perderme la oportunidad de ver a Río Chino. Es una de las primeras bandas (hasta tal vez la primera) que me atrajo a ver todo este circuito de artistas independientes, en el que hoy estoy inmerso y me permitió poder llenarme de música todos los fines de semana. Una banda que ya lleva sus años dando vueltas, que tiene un origen en el reggae ska particularmente fiestero, que sonaba mucho en aquellos años en que aparece la banda. Origen que respetan, dándole a su público esos temas para rebotar, pero que también se permitieron quitarle la exclusividad de su búsqueda musical. Hoy en día transitan por otros sonidos, acercándose más a ritmos africanos, pero también a otros ritmos latinos. Cada vez que veo a lxs chinxs, encuentro algo nuevo en su show. Y eso es algo que me gusta. Recuerdo haber visto otras bandas, ampliamente reconocidas, que ya hacen los shows de memoria, y ver casi exactamente el mismo show dos veces. Eso no me pasa al ver bandas como Río Chino, más allá de que casi siempre algún tema nuevo nos muestran. Si no que siento que su búsqueda está en constante construcción y deconstrucción.


Así es que llegué al Club, me encontré con amigxs en la puerta, nos quedamos un rato ahí, hasta que de repente escuchamos las primeras notas del recital, y nos metimos rápido. Y arrancó arriba la cosa, con ese ska con arreglos sutiles al que siempre nos tuvieron acostumbradxs. Cuando nos terminamos de adentrar a puro salto y baile en el show, se toman un momento para contarnos que este sería su último show por unos meses, que dos de sus músicos emprenderían giras europeas con otros proyectos, y que nos volveríamos a encontrar bailando sus temas en la primavera. Dando paso así a mostrarnos algo de lo nuevo que están haciendo. Primero algo que no se bien qué género ponerle, pero algo de reggae tiene, con tiempos mutantes y un tanto descolocada de los ritmos clásicos, cambiante e incisiva en su forma de entrarte. Luego siguieron sacando a relucir su investigación del afrobeat, un género de origen nigeriano, que se va haciendo lugar en la escena bonaerense, y aquí Río Chino se está encargando de traérselo al público. Festejo que su búsqueda haya ido para ese lado, y que haya una banda rosarina que esté tocando algo de ese género, que tiene canciones más largas, percusiones que te van metiendo y vientos predominantes. Tal vez la no tan reciente incorporación de un percusionista y un trombonista ayudaron a esta investigación. Además la invitación del cumpleañero Gwido Cirione con su juguete nuevo, un saxo barítono, sumó mucho a la fuerza de los metales.


Tiempo de un entretiempo para salir a respirar un poco de aire o humo. Al salir del club empiezo a notar lo empañados que estaban los vidrios. Mucho calor adentro, mucha energía descargado tanto arriba, como abajo del escenario. Salimos, nos encontramos con lxs músicos en la puerta, compartimos la manija y algunas cosas más. La niebla que se notaba a nuestro alrededor, tomó calle Salta y se acercó al Club también. Algunxs se adjudicaron el fenómeno al canto de "la niebla son los pibes", que si bien generaron mucho humo, no eran los causantes de ella. Recuerdo levantar la cabeza y verla pasar. Espesa. Intensa.


Segundo tiempo en marcha y la noche continuó con más ritmos nuevos en el repertorio de la banda. Cuando me había adaptado a la idea de sentir que el cambio de lxs chinxs iba del ska al afrobeat, me vuelven a sorprender. Ahora con ritmos latinos, con la sensación de la repercusión de estos, sobre mis caderas. El sentimiento de la patria grande latinoamericana también se hizo presente en sus canciones, también con el grito por lo plurinacional por sobre lo hegemónico occidental, y en contra de la falta de representatividad de la democracia representativa (pues no vale la redundancia, al menos en tiempos de saqueo neoliberal).


La banda siempre permite que cada músicx muestre su virtud, y va pasando por cada uno de los instrumentos, en un momento en el cual los demás allanan el camino para un solo, como las luces lo hacen en los grandes escenarios. Tal vez esa es una de las cosas que hacen que una banda resista el paso de los años, y se permita transformarse. Y es esta transformación la que permitió abrir el círculo a la suma de nuevos instrumentos. No es un grupo que acompaña a unx o dos artistas predominantes. Es un todo. Y el todo es más que la suma de las partes, según la primera premisa gestáltica, que acá aplica perfectamente.


Para el cierre Mati Giliberto nos recuerda de los primeros años de la banda, cuando se llamaban Barrio Chino, eran otres artistas en escena y tocaban temas como los que tocarían para cerrar. Ska del posta, para hacerte saltar, agitar y poguear un buen rato. Chochos y transpirados quedaron sus seguidores de siempre. Para cerrar, el tema que cantamos todxs juntxs, Camino de Llamas, como un abrazo enorme entre el público y la banda.


Qué bueno que nos dimos el lujo de ir a ver a Río Chino una vez más. Lxs vamos a extrañar por unos meses, pero nos contenta saber que en estos meses cada unx de sus artistas se va a llenar de nuevas experiencias musicales, y que eso siempre aporta a la transformación de la banda. Somos una generación que ya no le pide a una banda que toque los temas de siempre. Ahora les pedimos que se permitan cambiar. Y Río Chino es una de las bandas que nos acostumbran a eso.

 

Texto: Gonzalo Luján

Fotos: Franco Gómez

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