Viernes santo 2 de abril, rezos y respeto presente en las letras de Acru que convirtieron el Teatro Broadway en un templo por unas horas.
Viernes Santo en la Rosario pandémica de 2021. En el Teatro Broadway toca Acru, estrella del rap local que convive en cuerpo con Agustín Cruz, algo que se aprende apenas empiezan a sonar sus rimas: el primer tema de su último disco, casualmente, se llama "Agustín" y reza: "Esto va así, tomando forma, yo elegí quebrar las normas / Ideas bajo una gorra, a mí me llaman Agustín". Viernes Santo y rezos, si. Dentro de la mística de clase obrera luchadora que impregna las letras de Acru abundan las referencias religiosas y hasta fue posible verlo con las manos extendidas como un Cristo en un pasaje del show, sobre un fondo rojo sangre y la cabeza caída, marcada por el recuerdo del esfuerzo propio y familiar para estar, en este 2021, dando una de las performances más deslumbrantes en mucho tiempo.
El teatro, a medio llenar por distanciamiento social, vibró con la poderosa banda que armó Acru para esta gira, esa que lo saca del sonido hiphopero y lo lleva al terreno más rockero ("olé, olé, olé, Acru, Acru" incluido). Esta tremendísima banda, compuesta por Tomi Sainz (Batería), Marti Varela (Bajo) y Facundo Cassetari (Guitarra), le dio un sonido que por momentos hizo recordar a Rage Against the Machine, con todo lo que eso significa, y transformó a los miembros de seguridad en parte del show, moviendo sus lásers al ritmo de los estribillos más potentes y marcando a aquellos para los cuales estar sentado en una butaca era demasiada poca muestra de respeto a tanta entrega en vivo.
Viernes Santo, rezos, respeto. La obra de Acru exhuda respeto y su público paga con la misma moneda. Ya desde el inicio del Show, suena "Estuve Ahí" y Acru habla desde el respeto al poder del miedo, de la enfermedad, de la pobreza: "Estuve ahí, yo estuve ahí cuando el cáncer llamó a mi puerta / Estuve ahí cuando Mabel sudaba sangre / Estuve ahí, bajo cero en las apuestas". El flow ultra rápido de Acru avanzó entre canciones de beats lentos pero potenciados por el sonido rockero. Entramos en un trance humilde, agradecido y melancólico cuando Acru dijo, en "León": "Esta prohibido olvidar de donde vinimos / La calle de tierra, el guardapolvo, los amigos / El frío de ese invierno congelaba mis latidos / El calor de la familia siempre fue el mejor abrigo / Esta prohibido olvidar, el esfuerzo de mamá / Con la fuerza de un imperio siempre salió a luchar / Nos robaron a papá, la vida nos puso a prueba / Siempre comimos como reyes con dos monedas / Y cuando papá volvió con el volvió la esperanza / Recuperamos el tiempo, nos sentimos vivos / Y es especial a mi abuelo a quien le doy las gracias / Me enseñó que un día sin reír es un día perdido / Estoy convencido y orgulloso de mi sangre / Éramos tan chicos cuando nos hicimos grandes / Crecí escuchando a Charly con fuerte convicciones / Gracias y mi mamá y papá y a mi familia de leones". En ese fractal, como Acru llama a lo que reconstruye a partir de tantos vidrios de vida rotos, convive el amor por la familia, la valoración del esfuerzo de sus seres queridos, la importancia de sonreir, y de tener un imaginario popular como generador de convicciones y valores morales. Que, en el 2021, las voces más auténticas que estamos escuchando vengan de chicos que no tienen más de 25 años, da cuenta de este nuevo movimiento, centrado, maduro, comprometido, tan refrescante respecto a tanta pose de estrella habitando las redes. Porque Acru lo sabe y nos lo hizo saber en "Monoblock" : "Porque hay cosas que se ganan solo con la sangre / No soy cifras en YouTube, soy un fabricante en Loops, de tattoos, de próximas crews, this is my rules / Más puro que caminar a la luz".
A fuerza de esa lírica, se abrió paso en la noche rosarina con hits de su repertorio como "Jilguero de Rafael", "Bang", "Sin Rencor" y "Vicio". En el momento del freestyle, pedido por el público entre cada tema, esta atmósfera de agradecimiento surgió nuevamente: por la posibilidad de tocar en vivo nuevamente, por los miembros de la movida rosarina que colaboraron históricamente con sus proyectos, como Golden Boyz y Caliope Family (seguido de un aplauso contundente del público) y hasta, dixit, "porque estoy pudiendo tener la formación de músico a la que siempre aspiré".
Acru siguió hablando de su lucha por no perderse en el abismo de la fama y del éxito, y eso lo hizo refrescante: "Esos tipos no tienen hambre. Yo a los 16 traje el sueldo que no pudo mi padre". El cierre del show, incendiario, dejó prendido fuego el teatro con el riff vibrante y la batería estruendosa de "Ready for Whoo". Subido a esa llama sonora, Acru cantó: "Si no hubiese sido tan yo, ya tendría un millón / Pero escribir sin estos ojos no me es inversión".
Sólo puedo decir que es una pena no poder escuchar en casa las canciones en ese formato rockero, que da una dimensión nueva a la música de Acru. Espero que haya un registro en vivo de esta gira porque Acru consiguió dar con una cuerda sensible en una sociedad cansada de la hipocresía y de la crisis de valores tan exacerbada en esta pandemia, y para ello usó un lenguaje tan potente como es posible. Acru tiene destino de grandeza en la música argentina, y eso no es gratuito. Su mensaje llega fuerte y claro porque, como dice la canción que abrió el show: "Sé lo que cuesta, estuve ahí".
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CRÓNICA : Diego Llarrull
FOTOS: Gabriel Lovera