Pablo Noriega trajo su show a Rosario

El pasado viernes desembarcó en Rosario el ilustre Pablo Noriega. Con magia entre sus bártulos dio la bienvenida a las nuevas medidas restrictivas por la pandemia.

Fuera de la sala! Es todo oscuridad.

Afuera del centro cultural llueve y hace frío. En unas horas retornan las restricciones y eso le da otro valor al espectáculo que comienza con una cantante enyesada y un guitarrista nervioso. Didi Leone nos cuenta brevemente que delega a Mati el instrumento por su situación y arrancan las canciones acompañadas de imágenes de ella accidentada, pero sin perder la sonrisa. La estructura de canción y la disposición del espacio deshace rápidamente el velo de seriedad y distancia entre artistas y espectadores. Que los músicos estén a la altura del resto nos pone a la par y nos permite compartir el momento de manera más íntima.

Los sigue un preocupado Pablo Noriega que acaba de perder su collar, cosa que lo hace ver desorientado hasta dar el play a sus proyecciones. Arranca el chamamé y tras unos compases se desencadenan las historias desopilantes sobre sus conflictos morales con el uso del dinero y las variadísimas aplicaciones del cultivo de tomate. Nos regala un tremendo cross over entre Experimentos y Porro, como también más anécdotas de su abuelo, ese personaje que nunca vió dormir y que hasta llegó a abandonarlo en un bosque para fortalecer su temperamento.

Alternando entre canciones con ukelele e historias corridas que dejaron a algunos con el aplauso en espera, nos hace transitar la noche olvidándonos de que estamos en medio del fin del mundo. Dejando lugar a la improvisación, prueba un acto en el que el público debe participar levantando la mano, pero resulta más corto de lo esperado devolviendo la tensión que el buen artista debe saber llevar para recuperar los aplausos. Spoiler: lo logra.

Terminamos la noche eligiendo stickers con nuestros personajes favoritos y llevándonos ese abrazo que nos dan los shows pequeños, donde los artistas están ahí nomás, al alcance de la mano; donde no existe la formalidad del telón ni la infranqueable distancia de la butaca al escenario.


Texto: Pablo Sánchez
Foto: Cortesía de La Rosarina Evento

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