El cordobés Juan Ingaramo llegó a Rosario con La Batalla Tour presentando un set en solitario a puro sentimiento.
No todas las batallas se ganan o se pierden. La Batalla Tour que propone Juan Ingaramo es una invitación a sentir, a dejarse llevar y disfrutar.
El pasado sábado se volvió a activar la esquina de Ovidios Lagos y Güemes. Pasadas las 20 se abrieron las puertas. Un equipo del Güemes esperaba afuera para pedir entradas, tomar la temperatura y rociarte las manos con alcohol. Un par de minutos después el bar estaba colmado. Cada une sentado en su respectiva mesa y expectantes.
A las 22:00, hora puntual, la música que armonizaba el Güemes se silenció y las luces bajaron. Sobre el escenario junto a un teclado, un velador y un vaso de fernet, Juan Ingaramo con pantalón de vestir negro, camisa al cuerpo color beige y una sonrisa inmensa suelta un: "Bienvenidos al living de casa, Rosario". Los gritos estallaron. Y entonces suena la primera canción de esta propuesta musical dónde Ingaramo se presenta sin su banda. "Corazón, recién empieza la batalla. Por favor, no me tires la toalla" tarareaba la gente. Es el estribillo de una de las canciones que forman parte del cuarto álbum del artista.
Juan Ingaramo pasa del pop al cuarteto, de la bachata a la cumbia y todo lo hace con un carisma que contagia buena energía, que dan ganas de seguir escuchando, de pararse a bailar, de aplaudir, de cantar a los gritos. "Juan, sacate la remera que no se escucha", dicen desde una mesa y todos ríen. "¿Se imaginan que el tipo se saque todo?" agrega el cantante, y toma un trago de fernet largando un "Pa, está bien preparado che, salud". Y el público rosarino levanta las copas para acompañarlo.
El espíritu cordobés lo desborda. Si alguien veía de afuera la escena pensaría que Juan tocó para sus amigues. Habló de todo, incluso del detrás de las canciones: "Con fobia tuve problemas de pareja, se me enojaron" y suelta una sonrisa, o la historia de despedida de aquella vez que una novia lo dejó y en pleno duelo quiso crear la típica imágen de cine: whisky y blues. "Quería escribir algo pero que no me deje regalado", dice y "salió esto" agrega, mientras suena "Tus Letras", que se llama así porque esa chica que le rompió el corazón le escribió una carta que Juan pudo leer al día siguiente con mucha resaca.
También contó cómo escribió "110" que da cuenta de una historia de amor fugaz en una línea de colectivos, de las ganas y la ilusión que se esconden en el choque de miradas, esas cosquillas que más de une sintió en algún urbano. Habló del momento en que conoció a Adrían Dangelo, del susto que se llevó cuando le pidió más canciones y él no tenía y entonces las inventó con archivos de audios que había guardado en distintos momentos, y la noche que coincidió en una fiesta con Ale Sergi y le propuso grabar junto a Miranda una canción que hoy conocemos como "Clave".
Juan se tomó enserio la idea del living de su casa, se lo notó relajado en todo momento. Incluso decidió bajar del escenario y cantar en el medio del bar, idea que enloqueció a les presentes porque Ingaramo tiene esa pisca de sensualidad y simpatía que gusta. El músico dividió el show en tres bloques para recorrer toda su discografía y pidió perdón en más de una ocasión por algún que otro error cometido que nadie se dio cuenta porque todes estaban mirando su sonrisa. Llegó la hora de “Casamiento”, su último éxito y entonces el artista recordó a “Lila”, su pequeña hija junto a Violeta Urtizberea, su compañera.
Minutos previos a las 00.00, el músico cerraba la velada saludando a Pichincha y a todo Rosario. Fueron dos horas de intercambio con su público, de música, de intimidad, de cariño, de anécdotas. Fue una “Batalla” para que su gente lo conozca de cerca.
Texto: Ludmila López
Fotos: Giulia Antonelli