Con una excelente puesta en escena y bien acompañada, Maia Basso presentó su primer LP, La Pregunta Última, en el Galpón de la Música.
Un sábado distinto en la ciudad de Rosario fue el que nos encontró con Martín en la puerta del Galpón de la Música. Distinto porque el orgullo cortó las calles, distinto porque la disidencia ante la norma puso colores en el aire expresando sus reclamos y distinto porque la decisión de ser con libertad reunió a más de 25.000 personas manifestándose. Sí, fue el sábado en el que volvió la Marcha del Orgullo a Rosario, batiendo todos los records del interior, y con esa energía inconfundible fue que llegamos al Galpón, para la presentación de La Pregunta Última, el primer disco de larga duración de Maia Basso.
Llegamos justo para ubicarnos en nuestros asientos mientras se desplegaban los sonidos de la primera canción de Di Berto, Germán Bertino, quien también estaba presentando un disco, acompañando en la noche y en el sentimiento a Maia.
Canciones nacidas de una guitarra, que se completaban con los sonidos aportados por Valentín Prieto y Diego Picech, quienes se paraban a un lado del escenario, mientras Di Berto tocaba las cuerdas que dieron origen a esas canciones. "Se fueron palabras, volvieron gigantes". Y así esa música que nació el año pasado, tuvo su presentación esta noche, desde lo acústico visitado por sutilezas electrónicas, amenizando la noche, precalentando suavemente el escenario y la escucha de los presentes.
Luego del show de Di Berto, y de un impass de encuentros, de hierbas incineradas en el exterior y de visitas a la barra, llegó el momento de la hacer La Pregunta Última.
Así se hizo presente en el escenario Maia Basso, en el centro de las pantallas luminosas, junto a un ser sin rostro corporizado por la artista escénica Sofía Coloccini, que se sentó en un sillón a un costado, entre expectante y activa. Y comenzó a sonar la introducción a todo esto que vendría, 180 grados, como un rito de iniciación a invocar una energía que se iba a mantener, mientras la física de la luz y del sonido se replicaba en todos los rincones del Galpón, dejándonos anclades en el presente que ahí nos encontraba, sin buscar otro pasadizo erróneo del tiempo. La Pregunta Última comenzaba a esbozar una respuesta.
"Es como si fuera un bucle. El bucle en el que uno entra cuando se empieza a preguntar cosas que no tienen respuesta. Una pregunta lleva a la otra, una respuesta lleva a una pregunta. Está bueno que todes tengamos una herramienta para poder darnos alguna respuesta a esas preguntas que nos vacían más de lo que nos llenan. Las canciones son un poco esa respuesta." Eso nos decía Maia unos días atrás en Planeta All Inclusive, y esa respuesta era la que estábamos presenciando esta noche, con sus posteriores preguntas.
Fueron sonando así las canciones del LP, en los micrófonos y máquinas de Maia, mientras las visuales a cargo de Mauro Barreca teñían de luz y color el todo que percibíamos. La corporalidad natural y plástica de Sofía Coloccini encarnaba sensaciones, desde la atención inmóvil hasta el repercutir de la música sobre ella, que con un abanico refrescaba su rostro escondido tras la tela de encaje. Pasaban los temas del álbum y había algo que crecía, en las energías condensadas arriba y abajo del escenario. Algunos sentimientos se mixturaban con otros y mutaban, pero a su vez había algo que se mantenía desde aquel rito iniciador, aunque también se mantenía en ascendencia. "El aire aviva la llama, nada apaga este ardor. Sigue intacta la marca, me acompaña el dolor."
Con todo eso que se condensó, comenzó a sonar Todo Mal, y sus preguntas hicieron que algo implosione: "¿Cuántos inviernos entran en un año? ¿Cuánto frío se puede evitar?” En ese instante Sofía comenzó a elevarse desde su coronilla, mediante la milenaria técnica de la suspensión capilar, impulsada por las cuerdas y poleas accionadas por Belén Ceci detrás del escenario. Crecía la canción y el cuerpo de Sofía comenzaba a girar alrededor del sillón y al estallar se elevó en su totalidad, danzando en el aire, contorsionándose y adquiriendo múltiples formas inquietas, expresando así todo lo que la canción pueda expresar. Mixtura de artes que encandila sin cegar, y nosotres presenciando toda esa abundancia.
Así continuó Maia haciendo sonar las canciones del disco, mientras Sofía habitaba el escenario. Maia en tonos rojos, Sofía de encaje verde y adentros blancos, ambas vestidas por el arte de indumentaria a cargo de Clara Sabetta y su amplia experiencia textil en los escenarios rosarinos. El concepto abarcó todo lo que sucedió en aquel escenario, desde el trabajo de cada persona que hizo algo para que así fuera.
Sonaron también las canciones de Bebe Tu Mal, el EP que vio la luz digital en 2020 y que no tuvo su debida presentación. Fueron interpretadas así Mamá Angustia y Cajita Musical, y luego también llegó Dorado, la canción que dio origen en las plataformas musicales a la carrera solista de Maia.
Tras esta retrospectiva de su carrera solista sonó Dioses, como un finalizar de todas esas sensaciones evocadas en la noche del Galpón, de vida y muerte de una obra que se entregó a todas las personas que acercaron sus cuerpos a percibir todo esto. Y ese cierre fue darlo todo, en la música de Maia, en las luz y fuerza de las pantallas, y en el cuerpo de Sofía que se elevó una última vez para descender viva e inerte a la vez. Cuando el silenció se presentó, Maia abandonó su posición para liberar a Sofía de la suspensión, abrazarla, y abandonar así el escenario juntas, mientras los aplausos se hacían oír.
Así, tras varios meses desde que está disponible en las plataformas digitales, La Pregunta Última tuvo su orgánica presentación, y fue la respuesta a ese bucle eterno de preguntas, que por un rato sintió haberse saciado. Luego salimos a la calle, volviendo a ese loop que es el día a día, con la certeza de que lo perpetuo es lo retórico, pero que a veces hay efímeros instantes de lucidez en los que hallamos la paz de sentir respuestas, para luego reencontrarnos con la eternidad de estar preguntándonos toda una vida, y un poco más.
En cada calle de esta ciudad hay alguien preguntándose cosas, y hay alguien creando algo alucinante. A veces se encuentran esas personas que crean, y se mixturan expresiones distintas para ofrendar instantes únicos e irrepetibles a quienes quieran valorarlos. La riqueza de las artes escénicas se unió a la música, y si hay algo más que puede regalar Rosario en materia de cultura, es esa fusión entre artes que ya no se quedan en sus nichos y juegan a encontrarse. Pues colectivizándose las cosas se vuelven inmensas, y eso hizo Maia, con La Pregunta Última. Colectivizarla y volverla inmensa, para así, tal vez, responder algo.
Texto: Gonzulu
Fotos: Martín Pinatti