Psicotropía 7: lo recreativo es medicinal

Tras varios años de espera, el sábado 8 de abril volvió Psicotropía a su espacio fundacional, el Parque Sarmiento de Carcarañá.

Tuvieron que pasar algunos años, a veces es necesario para extrañar, o en realidad para reconocer lo que significa en tu vida algo. Como el festival de Psicotropía, que después de algunas temporadas, regresó al parque de las maravillas, Parque Sarmiento de Carcarañá.

Sede de encuentros entrañables, forjador de amistades y amores, que hasta hoy repercuten por diversas partes del espacio físico. Lugar mágico para que  les cuerpes intercambian experiencias rondando el escenario de cemento, el rio marrón, un bosque verde, las estrellas en la noche y el sol amarillo en un cielo celeste.

Una noche antes del acontecimiento principal algunos fuegos podían verse ardiendo, radiantes partiendo la oscuridad de una zona poca iluminada. Carpas que ya tomaban lugar bajo un árbol que las reparaba. Voces risueñas que se hidrataban entre brebajes espirituosos y parlantes que soltaban las primeras canciones.

Que no nos confundan, lo recreativo es medicinal, decía un doctora.  

Divertirse sana. Encontrarse con personas que utilizan un cristal similar para ver la vida, da esperanzas. Habitar la tierra con buena fe, fortalece el pulso de este corazón. Pone más fuertes nuestras raíces aunque los kilómetros nos distancien. Otres también transitan como nosotres.

Sigan dejando su chispa en rincones con poca luz. Es necesario.


Temprano en la tarde, cuando el sol ya había atravesado la mitad del cielo partido al medio el día, el bosque empezó a hacer sonar música desde sus entrañas. En la entrada al bosque, se erigía el Escenario B, el que daría el acorde de inicio del festival (y también el último a la mañana siguiente). Allí se encendió el fuego sonoro de la música abriendo la ceremonia psicotrópica, con las presentaciones de Energy, Kavará and Theeos y Veinte Años Tarde, de Carcarañá, Rosario y Coronda respectivamente.

Casi en simúltaneo, comenzaban también a brotar las sonidos desde el fondo del bosque, bien adentro, en el Escenario X, que más que un escenario es un círculo de árboles y un encuentro con la flora litoraleña. Sin enchufes y con la caricia de lo orgánico, ofrendaron su arte Dúo Kulemba, Juli Piemon y Nogal. Luego el espacio se abrió al diálogo para tres charlas: "Erotismo sin tabúes", a cargo de Nico Eliceche, "Cómo construir una guitarra" con Mauro Di Lascio y la aventurada "Cómo salvar al mundo desde Psicotropía".


El sol seguía su recorrido y ya empezábamos a visibilizarlo del otro lado del Río Carcarañá, cuando la energía viajó hacia el centro del Parque, al mítico elefante de cemento que supo alojar a Serú Girán, el Escenario A, donde tuvimos la grata sorpresa de ver la presentación de Lucas Marte, que estaba pensada para el Escenario B, pero terminó teniendo la agraciada responsabilidad de abrir la grilla de las tablas principales. Con una propuesta que no tiene intenciones de encajonarse en géneros ni nomenclaturas, y oscila entre riffs y armonías dulces, entre groove movedizo y sentimiento chill, entregó un corto pero concreto show, con una puesta estética pensada para la escena.

Debajo de un piluso aparece Mutu con su banda completa que la banca. Luego de una gira cercana a la cordillera de nuestro país, la artista tuvo la oportunidad de presentarse por primera vez en un festival de Psicotropía. De a poco va cayendo el último vestigio de sol detrás del horizonte, y las canciones comienzan a sonar. Un  repertorio con historias de vida, atravesadas por esquemas del  hip hop. Entre reclamos y perdones. Mutu camina por todo el gran escenario del Parque Sarmiento. Tenemos la oportunidad de ver por primera vez a toda la banda junta y  suenan muy bien. De a poco las personas bajan de las altas colinas y se pegan como insectos a las pantallas de colores que se disponen detrás. Uno de los pocos proyectos con presencia femenina y disidencias en la grilla del festival.  

Abriendo la puerta progresiva, Scottish fue la primera de una seguidilla de bandas instrumentales, con la clásico sello del festival. Subidas y bajadas, en la progresiva propuesta de esta banda rosarina, que no le escapa al solo de viola bien estridente cercano al power metal. Abruptos pero no desencajados movimientos de mood, espejos de agua y sensaciones encontradas de polos opuesto en las escalas sonoras.

Posteriormente el escenario entró en una atmósfera nubosa, con el humo recorriendo su espacio sin gravedad y el advenimiento de la noche consumado, para abrir brumoso paso a la visita de la capital santafesina, Fauna Versus. Dentro del portal progresivo ya abierto, la propuesta de esta banda trajo un gama más amplia de matices, sin tomar a llegar al cero, abrazando algunos segundos de silencio y coqueteando con las suavidades melódicas, mientras los ritmos aumentaban, colapsaban y con tijeras partían el tiempo acercándose por momentos al math rock. Fuerza y sutileza entrelazándose. Punto alto del Escenario A.

Abrazando la historia del festival y homenajeando sus primeras ediciones, esta 7ma edición propició la vuelta de Ponzonia, históricos participantes psicotrópicos, herejes de los sonidos fomentados por las radios modernas. Potencia y virtuosismo, melenas revoleadas y ceños fruncidos para hacer sonar algunos de sus clásicos pesados, como su versión dura de la Primavera de Vivaldi.

El bloque más trash del Escenario A lo terminó cerrando nada más (ni nada menos) que el trío cordobés Sur Oculto. Presente en antiguas convocatorias, le tocó ser parte de la edición nº 7, para luego darle paso a otra cosa. Unas dos décadas trasladando el under de las sierras. Banda de culto me animo a decir. Batería, teclados y un bajo monstruoso. Con  la velocidad y técnica con la que emplean sus instrumentos, podrían ser una orquesta.  Frenéticos y picantes, no dan respiro entre cosa y cosa. Despliegan sus tentáculos con ventosas, quienes pasan por allí quedan cautivados por escuchar en vivo algo poco usual, quienes pueden zafar a la tentación caminan por el bosque adentrándose en lo más. Donde las sombras toman formas y los miedos toman el mando. Es necesario atravesarlos, increparlos y seguir caminando. No son malos, son parte. Es necesario cruzar con los ojos abiertos, la parte de nuestro Sur Oculto y sorprendernos.

Habiendo salido del vórtice instrumental, abandonando el headbanging para soltar un poco más la musculatura, distender y comenzar a bailar, Cortito y Funky se subió al escenario. La banda que apareció hace 5 años como una propuesta juvenil y sorpresiva, maduró su sonido, amplia la franja etárea de sus integrantes y definió su sonar. Si bien Lucio, el Grillo es la voz principal, el canto también pasa por la batería de Miloco y las teclas de Agus Pérez, mientras que los vientos tienen sus protagonismos melódicos inevitables, los únicos de esta rama en la noche. El funky disco es parte necesaria del banquete psicotrópico, que en su menú de sonidos propone las más diversas texturas.

Vaya forma de cerrar el escenario principal. La poesía del suburbio sobre el elefante de cemento, con Caliope Family domando a la bestia con sus ritmos y rimas. Momento fuerte del festival. Todes les asistentes se arriman a ver qué está pasando por allá. De diferentes barrios de Rosario, convocados por la necesidad de expresar algo, se forma esta linda grupalidad. De primero amigues y segundo profesionales. Nos dan un repaso por estos años, de aquellos primeros tracks a los últimos. Todo psicotropia a levantar las manos sobre la cabeza. Las canciones están a disposición de quien le de un espacio. Momento high del line up, la presencia de: Acru. Rapero de level nacional amigo de la Family. Interviniendo en Túnel y luego soltando un free style, que la mayoría recordamos. Parece que era el momento para soltar esas líricas poéticas de su boca. Con una sonrisa clavada en la cara y las pupilas dilatadas, nos vamos para trasnoche al bosque de los duendes.


Las luces del elefante de cemento comenzaron a bajar y sus parlantes a apagarse. Poco a poco la energía comenzaba a dirigirse hacia el bosque, y el público, como en procesión comenzó a caminar hacia el gran círculo de árboles. Era el momento de mutación alquímica, de entrada a un nuevo portal, el del Escenario B, en su propuesta nocturna.

La gente se acercó al escenario montado en el bosque, pero nada sucedía, y un buen espacio separaba a la gente de las tablas. Aparece un ser humano caminante entre las personas, Sofía Coloccini, en calma, con livianos ropajes y mirada inocente, que se dirige hacia el centro del círculo de árboles en clave de danza, encendiendo miles de lucesitas que enarbolaban su corporalidad al servicio de la perfomance psicotrópica. Comienza a bailar con suavidad mientras el ambiente se enturbiaba, y allí aparecen a sus costados dos entes basura (Marian Gregoret y Juan Milde), cúmulos de desecho vivos que se acercan, y en el momento en que Sofía bebé de una iluminada botella, se empieza a romper el concepto de realidad. La basura viva absorbe su cuerpo y esto sería un antes y un después. Figuras vegetales salen de los árboles colgadas por arneses (Aixa Legarreta y Emi Colores), rebatiendo los límites entre la flora y lo humano, y un monstruo gigante de tres caras, Francisco Bergamaschi, La Reliquia del Circo, árbol viviente se hace presente y nadie puede explicar nada. Las luces quiebran la realidad, la música oscure todo y hay un quiebre en el instante en que un nuevo ente (Arena Dora), atraviesa el espacio aéreo. Sofía es escupida por la basura y rompe la suavidad con contorsiones quebradizas, rupturas de la capacidad humana. Lo sintético y lo orgánico en disputa, la ficción apoderándose de la realidad, las puertas de la percepción abiertas de par en par.

El conjunto de figuras vivas abandona la pista, que luego sería ocupada por el público. Y ahora sí: bienvenides al Escenario B, hasta que el sol nos parta. Agradecimientos totales a esta grupalidad performática que desafió los límites de la conciencia, con Arena Dora como directora, Franco Biagetti en producción y Marian Gregoret y Juan Milde en vestuario.

"Vamos a volver a la esencia de las primeras psicotropías", nos decía unos de los organizadores.  De esta manera volvió el techno y el psy trance para acompañar las estrellas. Luego de la psicodélica intervención característica del evento, la cual nos dio la bienvenida debajo de los altos árboles, comenzó la noche de electrónica. Con la presencia de: Micro Tron, Serial Chiller, Barenkind y Triga Nigga. Una noche que terminó en el día. Tremenda intervención lumínica de Micelio 520 y sus tubos leds de colores, ubicados entre ramas, que me hacen acordar a las guerras de las galaxias. Capuchas y gorros sobre las cabezas, abrazos y bailes cruzados en el polvo de tierra que se levantaba. Es el momento de liberarse un poco de las estructuras cotidianas. Aprovechar la ternura que florece en la música electrónica, la empatía de bailar en grupos.  La serotonina tomó el mando del cuerpo. La felicidad de estar en el lugar que hay que estar, sin pensar que deberíamos estar en otro (síntoma de época). 


¿Qué podemos expresar en este momento más que gratitud por haber vivido una nueva edición de Psicotropía? Un festival que se planta como uno de los más importantes de la escena regional. El Woodstock del Litoral, como nos gusta llamarlo, logró mantenerse vivo después de años complicados, de una pandemia que lo dejó sin existir y de la pérdida de contacto con su espacio originario.

Psicotropía volvió al Parque Sarmiento, los portales fueron abiertos y habitados, y el mito sigue vivo. Volvimos a vivir el encuentro fuera de la rutina, los humos encendidos frente al Río Carcarañá, los acampes colectivos y las anécdotas que viven en nuestra psiquis hasta nuestros últimos días. 

Una idea que brotó de cabezas amigas en una noche de pueblo se hizo realidad, y casi diez años después, mantiene encendida su propuesta característica, sus quiebres mentales y emocionales, su esencia que alberga todas las posibilidades, su oportunidad única para las vivencias de una generación artista.

Psicotropía es esencial para el movimiento cultural de Rosario y la región. Es el encuentro puro. Y eso es justamente lo que por nada en el mundo podemos perder, lo que tenemos que defender.

Es el encuentro el que nos hace


Texto colaborativo: Gonzulu y Blackremoso
Fotos: Gabriel Lovera y Yamil Veces

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