El 2 y el 9 de junio se presentó la obra "La muerte del deseo", en La Cultural de Abajo.
En el centro del escenario hay una cama de hierro. De entre las sábanas blancas resucita un cuerpo mecánico, sin reflexión, sin voluntad, que imita la figura y movimiento de una mujer. El primer gesto que emana es cabal ¿pero donde lo había visto? no era humano. Me costó encontrar el registro en mi mente: el parpadeo desincronizado de una muñeca, tics involuntarios en un rostro decadente. Con el transcurrir de la obra fue más clara la idea y la palabra simplemente emergió: un “autómata” es un muñeco creado por maestros relojeros que utiliza el mismo mecanismo con el cual se mide el tiempo para moverse.
Desde su habitación, una bailarina representa sus vivencias, anhelos y deseos. Refleja los padecimientos de vivir en un mundo dominado por los mandatos de la productividad, el éxito y la autosuficiencia. Pina Bausch, referente de la danza teatro, sostiene que “no le interesa saber cómo se mueve la gente sino qué los mueve.” Lucía Berardo, intérprete y autora, protagoniza este intenso unipersonal: una obra que gesticula una imagen conocida e incómoda.
Pero la bailarina posee vida, pulso, deseo. Un tempo en la coreografía diaria. Allí donde hay movimiento empujará una y otra vez con su energía para reconquistar la pérdida. Su cuerpo irá siempre por delante, despertando, poniendo los pies sobre esta tierra, danzando a la luz del día, en la oscura noche, trastabillando con los avatares cotidianos, sin parar. Donde el tiempo es el engranaje que pone a funcionar las cosas por un propósito. Por eso, el despertador suena continuamente a la hora programada y la activa. Siempre la misma melodía, día a día, hasta perder el gusto y hartarse.
En el escenario, la protagonista proyecta su danza hacía lugares simbólicos que en la vida real devuelven la misma energía. Cabe destacar que la expresividad facial de la actriz, su proceso interpretativo, resignifica constantemente su expresión corporal: cuando expresa cansancio o desazón con un gesto, inmediatamente su cuerpo, lo expresa en el movimiento.
No importa la repetición de escenas diarias, siempre terminarán con un chasquido de dedos que apaguen la luz. Existe un “exceso” que pulsará por salir de su cuerpo y mente, que buscará fluir mediante la danza y que, conscientemente, insistirá en trasvasar físicamente hacia el deseo.
¿Lo logrará mediante el movimiento? ¿alcanzará el deseo? ¿llegará a ser feliz o sólo se aleja del dolor? ¿Qué sucede si el mecanismo se rompe o el capitalismo deja de dar cuerda?
La bailarina de la caja musical sólo se detendrá, porque “la muerte desespera por encontrar un sitio donde encontrarte.”
Aparecerán monstruos y pesadillas que la desvelan y la alejarán de sus “sueños”. Esos fantasmas en escena la enfrentarán a sí misma y la protagonista encontrará su reflejo deforme en un espejo. ¿Pero ese espejo deforme le pertenece? Dice: "Y yo que no soy muerte ni deseo, me entrego y sueño" para dejar abierta su búsqueda y trazar su camino.
Un destacado trabajo lumínico con muchos aciertos escénicos logrará un efecto final que entremezclará la trama con los espectadores, arrojando luz y reflejo. Algunos podrán verlo, otros quedarán enceguecidos.
FICHA TÉCNICA:
LA MUERTE DEL DESEO @lmd.obra
Creadora & Intérprete: Lucía Berardo @bailarinaenlaoscuridad
Dirección: Emmanuel Calderon @manojoblanco
Asistencia en Dirección: Paula Luraschi @paula.luraschi
Diseño iluminación: Flavia Cisera @flacisera
Vestuario: Liza Tanoni @lizatanoni
Montaje y curaduría arte: David Berardo @davberard
Escenografía: Augusto Selmo @augustoselmo
Máscaras: Nicole Mazza @nico_mazza
Asitencia general: Vanesa Cristaldo @va.cristal
Producción: @anda.produccion. Melina Gatti &, Elisa Ciarnello
Gestión : @elpatomaggioni
Texto: Juan Pablo Funes