Crónica de una muerte: 24 años sin Cabezas

José Luis Cabezas tenía 36 años, una hija y pasión por su profesión. Trabajaba como reportero gráfico para la revista Noticias. No era un héroe, era un laburador.

Se respiraban los años ’90 en Argentina. Menem dirigía la batuta y unos cuantos acechaban con poder detrás de él. El Ministro de Economía del momento, Domingo Cavallo, tiró una bomba que sería el principio de la historia. Denuncia públicamente la existencia de una “mafia enquistada en el poder y su jefe es Alfredo Yabrán”. El periodismo entero comenzó a buscar al empresario. Nadie lo encontraba. Su cara no estaba en ningún lado. Yabrán había declarado en una entrevista que sacarle una foto a él equivalía a “pegarle un tiro”.

“Mañana llega el tío” le dijeron a Michi, compañero de trabajo y amigo de Cabezas. No llamaba al entonces empresario por su nombre, en el aire reinaba el miedo. 48 horas después los dos reporteros plantaron guardia en la casa de Yabrán. Hicieron una tanda de fotos donde se veía un hombre de espalda, pero no bastaban. El espíritu periodístico pedía más. Averiguaron el parador de la playa e incluso el horario en que daría un paseo por la arena.

Para las 16 horas tenían el hallazgo. José Luis apoyó el lente largo sobre los hombros de Michi y sacó una nueva tanda de fotos. En esta ocasión se lo veía a Yabrán sentado en una reposera. Se acercaban al objetivo, aunque seguía faltando lo principal: la foto de frente. Una imagen clara del empresario todopoderoso. Tenían que ingeniar una estrategia entonces Michi y su mujer posaron simulando una foto. Cabezas extendió el zoom y pum, fotografió a Yabrán. Al día siguiente otro intento, en esta ocasión fue la esposa de José Luis quién se paró para una foto inexistente. Esa fue la portada de la revista Noticias titulada “Yabrán ataca de nuevo”. Durante todo 1996 Cabezas recibió amenazas.

Al año siguiente el mismo equipo vuelve a Pinamar, en esta ocasión con un objetivo más difícil: una entrevista con el empresario. El final es de público conocimiento: cuatro tipos (Sergio González, José Luis Auge, Horacio Braga y Héctor Retana) sorprendieron al reportero, lo golpearon y lo metieron dentro de su auto. Al volante se colocó González, mientras Braga apuntaba al fotógrafo con un revólver calibre 32 y lo amenazaba: "Esto es por meterte con la cana". Enseguida arrancaron detrás del Fiat Uno en el que habían llegado al lugar. En el mojón del kilómetro 385 giraron a la izquierda y se internaron en el camino rural. Siguieron campo adentro. A los 600 metros encontraron la cava. Uno de los Horneros le entregó al subcomisario un par de esposas y el 32; le ordenaron al fotógrafo arrodillarse y mirar al piso. Un tiro. Otro. El sol de verano ya asomaba y un par de pájaros levantaron vuelvo tras los ruidos. Debían terminar con lo que había empezado. Plantaron el cuerpo sin vida de Cabezas dentro del auto rociado en combustible y basto una chispa para que el humo se note en el amanecer del 25 de enero 1997.

Rápidamente, la bonaerense hizo lo que mejor sabía y sabe hacer: buscar "perejiles" para atribuirles el crimen, tratar de cerrar rápido el caso y salir lo más limpios posible. Pero la verdad salió a flote. Eran muchas las manos poderosas que había tramado el asesinato. Policías, Ex militares, Ministros, Presidente y la mafia empresarial. Cuando llegó el momento de encarcelar a Yabrán, él se pega un tiro en la boca. Hoy no queda nadie tras las rejas por la muerte de José Luis Cabezas.

Este crimen no solo destapó las conexiones ilegales y nefastas del Estado con las fuerzas de seguridad y los grandes millonarios del país, sino también abrió la posibilidad de descubrir cuantas maniobras sucias se le oculta al pueblo. Dejó al descubierto la debilidad de la democracia. Las balas que terminaron con la vida de José Luis estaban llenas de impunidad, oscuras como gran parte del país. Lo mataron por hacer su trabajo, por caminar en la vereda contraría al silencio. Pasaron 24 años de aquel momento y la represión, las amenazas, las bajadas de linea no hacen más que devolver fuerzas para combatir contra las grandes empresas medíaticas que se apoderaron del periodismo en Argentina. La cara del reportero se volvió bandera en la lucha por la libre expresión, en el compromiso por contar la verdad y la responsabilidad ética del periodismo.

José Luis Cabezas, presente hoy y siempre. Y al periodismo, libertad.

Por: Ludmila López

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