Dante Spinetta descendió en Rosario

El pasado Viernes 10 de septiembre, a eso de las 9 y 50hs, en la esquina de Güemes y Ov. Lagos, se produjo un aterrizaje que sólo presenciaron un grupo de afortunadxs: descendieron –como extraterrestres del ritmo- Dante Spinetta y su séquito musical.

La propuesta fue arrolladora desde el inicio: Pablo González (ex Sur Oculto, Illya Kuryaki, Santaolalla, entre otrxs) irrumpió en el escenario con su característica pegada -sólida, firme y profunda-, pulsando una Solid Drums, en contrapunto con el bajo matizado por un envolope filter de Matías Mendez (L. A. Spinetta, Diego Torres, Ernesto Snajer, entre otrxs) y sus slaps tan reconocibles. A este piso rítmico se sumaron Axel Introini en sintetizadores (ATR Vanda, Trueno, Lali Espósito, entre otrxs), Carlos Salas en percusión (IKV) y el guitarrista local Ramiro Molina.

Los primeros dos temas sonaron pegados: Humo digital y luego Mi vida. Cuando la entrada es potente el plato fuerte rara vez decepciona. Y, obviamente, esta no fue una excepción.

Dante subió al escenario portando una Gibson Flying V negra, inmaculada, con unos humbuckers rabiosos listos para captar y amplificar unas cuerdas que brillarían constantemente. El público estuvo expectante y adrenalínico  durante los primeros cinco temas, hasta que llegó un suspiro y reposo en forma de bolero: Soltar. En esta canción en particular, en medio de un silencio absoluto -acompañado intermitentemente por algunos coros del público-, se pudo contemplar una herramienta no siempre bien ponderada dentro de la amplísima gama de recursos y virtudes musicales de Dante: su voz y su maestría compositiva.

A medida que transcurrió la playlist varios puntos quedaron en evidencia: por un lado, Dante conformó una banda de músicos sesionistas impecables e implacables, una suerte de dream team sonoro que no solo brilla por su calidad ejecutiva, sino también por su audio exquisito. Y por otro, la cristalización de su madurez compositiva. Dante parece haber hallado y profundizado su camino como solista, constituyéndose como un abanderado del eclecticismo musical, marcado bajo el designio de Prince, la cultura R&B y el Hip Hop. Su carrera está lejos, muy lejos, de la mirada miope y limitada de aquellxs que entablan comparativas reduccionistas e innecesarias con el legado musical de su padre. Portar el apellido Spinetta no constituye ya una presión, sino más bien una continuidad unívoca de los grandes: el amor a la música.

El clímax del show llegó con el tema número doce: Jaguar House. El hit de los IKV nos prendió fuego a todxs, y resultó extremadamente difícil mantenerse sentadx en las sillas, tal cual lo demandaba el protocolo sanitario. Jaguar House se extendió durante varios minutos, deviniendo casi en una jam donde cada uno de los músicos dio rienda suelta a sus instrumentos. Dante –esta vez con una Prs Custom 22- improvisó un solo épico, lleno de pinceladas hendrixianas y santanescas.

Por último, luego de un aclamado bis, la banda retornó al escenario para cerrar con un broche de oro: Mostro (un clásico de su disco Pyrámide, 2010).

No sé cuántxs lo sabrán, pero durante una hora y cuarto fuimos abducidxs y, Dante estuvo en la casa.

 

Fotos y redacción: Gabriel Lovera
Ig: gabi.love.ra

Web: www.gabilovera.com

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