Volvió el Ritual Groove

Tras dos años de espera volvió el Ritual Groove de la Groovin Bohemia, con una masiva convocatoria en el Hipódromo y cargado de emociones efusivas.

Volvió el Ritual Groove. Ahora sí. Pasaron dos años de aquella presentación del primer disco de la Groovin' Bohemia en el Galpón de la Música, con una pandemia de por medio que nos arrebató varios placeres. Con el paso del tiempo fueron volviendo muchas cosas: comidas en terrazas los fines de semana, encuentros en el parque, de a poco algunos recitales sin poder pararnos, y últimamente hasta la cancha y los boliches. Pero todavía faltaba el retorno del Ritual Groove, una celebración única e irremplazable para el público de una escena de puertas abiertas que en Rosario crece a los saltos agigantados, en la que se baila, se transpira y se poguea con afecto. Esa celebración con una mística única que es alimento para el goce de las personas que eligen vivirla, volvió este viernes en el Hipódromo del Parque Independencia.

Y con el Ritual volvieron todos los pequeños rituales que son de la gente. El prepararte a vos y a todas las cositas que vas a necesitar a la noche, el salir de tu casa y el encuentro previo con quienes lo vas a compartir. A eso de las 20 hs nos encontramos con mis amigues en el Rosedal, como para colectivizar la manija. Mientras bebíamos algo fueron llegando de a poco todes y cuando sentimos que llegó el momento de entrar, cruzamos Oroño y nos dirigimos hacia la entrada del Hipódromo. En ese camino nos fuimos cruzando con las caras conocidas que están en todas, y con algunas otras que hacia largo rato no veíamos.

Entrar tuvo un condimento especial para mí. Es que en el Hipódromo fue el primer gran recital al que fui en mi vida, el Quilmes Rock 2008, y había algo de aquel adolescente que empezaba a conocer la fiebre del rocanrol, que se encontraba con mi yo de hoy. Con todo ese movimiento interior llegué al campo y ahí ya estaba todo condensado, como pólvora desparramada esperando que el fuego arranque la mecha.

Los cuerpos ya estaban listos, fusionando sus calores con las selecciones del dúo Navarro St. En un momento las luces comenzaron a bajar y, aclimatada por el humo y los tonos armónicos, la Groovin salió al escenario en la oscuridad para que comience el rasguido inconfundible y pedaleado de la viola de Santi Corvalán y estallen los acordes de Profeta, con las melodías del saxo de Gwido Cirione. "Ya no hay tiempo para especular. Si estamos todos, que comience el ritual" reza la frase de Nico Chiocca que es la antesala a que se abra la ronda y estalle el primer pogo de la noche. Y listo, ya había vuelto todo. Estábamos ahí.

Hay algo que se respira en los shows de la Groovin' y de otras bandas de una nueva generación de artistas, que podría definirlo como una complicidad con el otro, una comunión afectiva para con quienes se comparte ese momento, les conozcamos o no. Tiene que ver con la forma con la que las nuevas juventudes viven, no sólo la música en vivo, sino también el lazo con los demás. Y eso se ve reflejado en un recital. Ya no se siente una sensación de peligro ni de desconfianza con el otro en un pogo, sino que hoy es casi afectuoso lo que te une con quien está al lado. Entonces el chocarse no duele, entonces se goza más del baile que del salto para sacarse la bronca, y al final tu cuerpo te lo agradece. Eso es lo que se respira cuando toca la Groovin'.

La primer parte del show fue un repaso por los hits que sacó a la luz de las plataformas la banda en los últimos años. Así pasó Molusco, y en Ki Flip apareció la primera sorpresa de la noche, Brapis para encender al público con su agite y sus rimas. El bajo de Pedro Arango ya nos había hipnotizado, y la rítmica de todo nuestro ser estaba en las manos de Lucho Soul. Tras el segundo Ki Flip, sonó la clásica y emotiva versión de Somos tribu, himno a la comunión de la que hablamos, y hubo un segundo round del Brapo, para dar lugar a un clásico entre los clásicos, Primate. Una afilada línea de vientos aumentó la épica de las melodías, de la mano de Mati Moro en saxo barítono, Bruno Lazzarini en trompeta y Milton Méndez en trombón.

Estábamos ya definitivamente reencontrados, cuando la banda se decidió a mostrar lo que viene cocinando en estos meses que la encontró en el estudio antes que en los escenarios. Sonaron así cuatro canciones nuevas, que integrarán lo que será el segundo. Hablamos de En el aire, Efímero, Nightflight y Marfil. En el transcurrir de las canciones la voz principal fue pasando entre Santi Corvalán, Gwido y Nico Chiocca, y manteniendo el distintivo mood grovero, el género fue moviéndose también entre lo que es inherente al rock y al pop. En la última de estas canciones, un trío de coristas integrado por Magui Corvalán, Sol Ivancich y Sofi G hizo un enorme aporte a la armónico y lo melódico.

Una de las joyas de la noche fue la interpretación de Beyond, un sentido homenaje a Daft Punk, eminencia de lo sonidos que nos mueven, que se despidió a principios de año dejando una marca imborrable en la historia de la música contemporánea. Un momento en el que se lució Piwi Savioli en las teclas, sintes y talkbox, quien se ha vuelto fundamental en la producción de la Groovin' desde que la banda comenzó a grabar en La Madriguera Sur, y mucho tiene que ver con como suena hoy. Fue también un momento para que suba Julián Tolosa y se mixture con Nico en una danza que se movía entre el tai chi y el groove que proponía la canción, a partir de la extensa conexión de esos dos cuerpos y la alta carga emotiva del momento. Un hermoso regalo.

Llegando a la recta final del show sonó Ameba con todos su matices, que ya es aquella canción mítica de la banda, con el "Show me what you've got" de cara al público. Y para que no queden dudas de que la noche estaba emotiva, sonó Moonshine derritiendo los corazones que quedaban por derretir.

Homosampler trajo una enorme cuota de psicodelia en el baile colectivo, y cuando todo estaba a punto de partir definitivamente hacia lo sideral, salió Ani Bookx al escenario,  queen del beat y el rap directo al hueso, con toda la fuerza que le caracteriza, a tirar unas rimas haciendo que el público salte y retribuya todo ese agite convirtiendo todo en algo mutuo. Y para cerrar con el baile más rabioso que te puede dar la Groovin', el último shot fue Gameboy, porque los cierres se hacen bien arriba. Y la gente lo dio todo en un último tema que no pedía menos que eso.

Todo quedó en manos de Navarro St, que desplegó un set de tracks bailables que hicieron que nada se apague, mientras se iban abriendo las distintas puertas que recibirían a las personas que tenían intenciones de que su noche continúe.

Dos años pasaron del últimos shows que brindó la Groovin' Bohemia. En todo este tiempo ellos siempre tuvieron en claro que la única forma de hacer un ritual, era así: dándolo todo en el baile, chocando nuestros cuerpos, viviendo la música de la forma en que se la puede disfrutar en todo su potencial. Fueron dos años en los que el deseo de esta celebración se hizo cada día más grande, en cada cuerpo que vio un show sentado en su silla, acorralado por un virus que sólo permitía protocolos inmóviles sin contactos estrechos. Ese contacto estrecho que recuperamos y que dejó de ser mala palabra, era necesario para que el Ritual Groove suceda.

Entramos en conexión entre nosotros, en esa comunión inquebrantable entre el arriba y el abajo del escenario, desde el sonido que motiva a los cuerpos deseantes que lo reciben y lo transforman en una danza colectiva con picos de efusividad y valles de calma psicoactiva. Las personas se entrelazan y se entregan en puro afecto entre sí, se cumple el deseo que flotaba en todas esas mentes, y se emiten las hormonas que tienen que ver con la felicidad y que sólo se iluminan cuando lo damos todo en el baile que nos enloquece

La vuelta de la Groovin' Bohemia fue uno de los shows más importantes del 2021 en Rosario. Quienes tuvieron la posibilidad de subir un poco a las gradas pudieron ver de lejos la masividad del evento. Más de 1000 personas estuvieron presentes en el Hipódromo, un espacio que por su amplitud suele estar reservado para lo que viene de afuera. Pero el viernes fue una banda de Rosario la que lo hizo estallar, con una convocatoria completamente propia, y con una labor colectiva de completa profesionalidad entre la producción de Agua de Río, la gestión de la banda y la vocación de todas las personas que trabajaron para que la fecha sea un éxito.

Volvió el Ritual Groove y siento que ya podemos decir que definitivamente volvimos. Cerrando otro año complicado en el que se vivió como se pudo, la vuelta de la Groovin' es una alegría para todas las personas que integran un movimiento cultural, ya sea desde la gestión del arte o desde la valoración del mismo. Una alegría en tiempos de escasez.

Una entrega total a la música y al goce colectivo. Un ritual.

 

Texto: Gonzulu
Fotos: Mariano Ferrari

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