Be: una fantasía urbana, circo de alto vuelo.

El nuevo espectáculo de Vangart, Be, fue presentado una vez más en el Teatro Broadway.

Era viernes por la noche en la ciudad de Rosario, y una vez más la cita era en el Teatro Broadway. Esta vez, la propuesta era el flamante espectáculo de la productora Vangart. Hablamos de "Be: Una fantasía urbana", dirigida por el australiano Sean McKeown (director de varios shows del Cirque du Soleil), que cuenta con un importante elenco de artistas escénicos locales y regionales, y que es realizado en conjunto con la Academia del Broadway.

Minutos antes de las 21, ya nos habíamos ubicado en nuestras butacas, cuando se abrió el telón en el momento que todavía entraba gran parte del público. Una plaza callejera y un tanto futurista se vislumbraba en el escenario, con personajes de la urbe encontrándose, mientras algunos seres de la noche rondaban en los pasillos del teatro, conversando jocosamente con los espectadores.

Las luces bajaron, el agasajo ya se había dado por consumado, y la escena de la calle captó nuestra atención. Una plaza en la noche es habitada por seres de diversas energías, cuando sobreviene un conflicto que logra escindir un todo en dos, en las clásicas polaridades del bien y el mal, al presentarse una oscura figura, dulce violinista de negro, Valentina Maurino, que porta una melodía bella pero perversa. Calamitosa escena que teje el nudo de la historia, con todo el elenco principal y los bailarines de la Academia componiendo.

La oscuridad tiñe el momento, y la figura de Sofía Coloccini se hace presente en pose de meditación. Desde las tinieblas, con tonos de fuego y movimientos sutiles, hasta que es elevada desde la coronilla, mediante la milenaria técnica de la suspensión capilar, rodeada por los seres de la noche, contorsionándose en el aire, danzando suspendida, ocupando el amplio espectro del escenario con su figura hipnótica. Generando impacto con sus figuras, inserta en el código de las energías oscuras, pero expresándolo mediante la misticidad que porta ella y su disciplina.

Volvemos a la plaza para vivenciar el encuentro de dos personajes que habitan las fuerzas benignas, Aldana D'aria y Matías Morosín, componiendo suavemente desde la acrobacia de dúo, entrelazando sus cuerpos con la lentitud justa, creando figuras. Se cierra el instante luego de pararse Aldana sobre la cabeza de Matías, saltando y fundiéndose en un abrazo, evocando ternura.

Las luces alcanzan cada rincón de la escena y rompen con los límites del escenario, empapando a la gente en luminosidad, alcanzando los techos, apuntando a que sea una experiencia 360. La música de Damián Mahler, refugiada en lo sinfónico pero coqueteando seductora con la modernidad, es guía indiscutible de todo lo que vivenciamos.

Los bordes finales del escenario se mueven, la luz genera ilusiones ópticas, y en lo alto el fondo blanco se parte en dos, abriendo una puerta para que aparezca una figura, Matías Baruffi, desafiando los límites del cuerpo, de sus propias extremidades. La contorsión como la posibilidad de extender aquello que es limítrofe de la corporalidad, siendo silueta de lo inesperado, de lo sorprendente.

Se hace presente un vagabundo en la calle, que maneja magia aunque bien la oculta, y hace aparecer una mariposa inesperada. Luego todo el escenario se tiñe de verde, la naturaleza inunda cada centímetro, todo revive a pura claridad y es el momento para el número de telas de Patricio IBB, que secundado desde abajo por Belén Di Martino y Felipe Franchi. Abordando a la tela desde otros lugares, con una corporalidad sumamente flexible, encontrando la fuerza justamente en esa flexibilidad. Momentos de tensión, instantes de caída libre que evocan el peligro pero estan completamente controlados. La disciplina de la tela y de la acrobacia aérea en sí, llevadas a otro nivel.

Hay un momento para el descanso de tanta perplejidad, un santiamén de comicidad y alegrías, con la presencia de Eugenia Raffo y Matías Morosín. Una escena que repasa distintas luces de la historia del cine, en un juego de amor juvenil, que termina siendo acompañado por Aldana D’aria, en la plaza que recibe tantas situaciones.

Las negras energías de la oscuridad vuelven a apoderarse de la escena, cuando las cadenas bajan de los cielos, y el fuego todo lo abarca. Es el instante en que Juan Francisco Aguirre desplega toda su fuerza y sus acrobacias aéreas. Las cadenas envuelven sus brazos y lo elevan por los aires. Cautivadoras energías tenebrosas nos poseen mientras todo sucede.

Otra vez nos encontramos en la plaza, cuando distintos seres son iluminados y entregan ofrendas de paz. La calle se prepara para otra fuerte escena, la que está a cargo de Felipe Franchi, paradista de mano estruendoso, que se hace cargo de equilibrar su cuerpo en los tacos, entre giros y saltos, quietud y movimiento. Todo es poderoso en este artista, participante del primer espectáculo de Vangart, acompañando esta nueva propuesta con su flexible corporalidad y el poder que se asienta en sus manos.

Todos los seres se vuelven a encontrar una vez más en la callejera situación, que propone un pacto esta vez, la paz entre las dicotómicas energías del bien y el mal, con un contrato que trae el vagabundo que ya demuestra ser mucho más que eso. Entre danza y coreografía el contrato es firmado.

Y así llega el último número de la velada, cintas a dúo por Belén Di Martino y Juan Francisco Aguirre. Vuelos compartidos, sutilezas mimosas de danzas y acrobacias aéreas que ya no son compartidas. Se van pasando la fuerza que permite portarse conjuntamente, se funden en abrazos y desplegan toda la posibilidad que portan sus corporalidades en conjunto. La alegre paz ha sido consumada definitivamente.

El cierre los vuelve a encontrar a todo el elenco principal, desplegando cada uno un santiamén de sus mágicas disciplinas, acompañados por la Academia del Broadway, y por el vagabundo que se hace cargo de todo y que deja en claro que su carro y sus harapientas vestiduras no son más que una pantalla: en verdad es un hechicero de luz. La coreografía propone aplausos que bajan de todo el teatro.

La nueva propuesta de Vangart es sin dudas de alto vuelo. Intérpretes circenses regionales de gran valor, reunidos por una historia que los encuentra. La dirección de Sean McKeown está a la altura de lo que han sido sus más grandes espectáculos, la música de Mahler es guía y propuesta para todo lo que interpretan los artistas, y su nivel es altísimo.

Be es una fantasía urbana y una experiencia multisensorial que vale la pena disfrutar. Ampliamente recomendada. Estén atentos a la cartelera del Teatro Broadway.

 

Texto: Gonzulu

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