"Voy a ver si puedo caer un rato antes..." le escribí a Agus por instagram en la mañana del sábado.

Llego con media hora de sobra y mientras voy retratando con mis ojos el 5to piso del Lavardén, van culminando los preparativos del escenario. Cadenas colgando en los telones del fondo, también en los soportes de los micrófonos. De pronto cruzo sonrisas con Luxa Roldán, que además de preparar el vestuario andaba acomodando replicas a escala de unas columnas dóricas a los costados del escenario que amalgamaban muy bien con la estética del Gran Salón.

La espera pone punto final, y comienzan a escribirse los renglones en las páginas de la velada. Ingresan Coti Sheridan en teclas, Lucas Ciliberti con su bajo, Bruno Rita en guitarra, Leandro Casas con los palos a la bata y Agus Reyna con viola el mano, portando un corset que dibujaba los contornos de su silueta. Abre canto a sus canciones invitándonos a danzar sobre un piso que se vuelve algodón. Se suma en una cálida invitación, la voz de Fabri Zero (Muñecas) en “Mitad”, para acompañar nuestros bailes. En el fluir del repertorio aparecen “Lienzo”, “Hueso Marfil” y llegando al final mientras las primeras notas de “Ya explotó” comienzan a reposarse sobre el aire, Luxa Roldán da un salto al escenario para acompañar con su voz y expandir al infinito una noche cargada de delicadezas melódicas y poderosas construcciones armónicas. En un hasta pronto y sin nuestro deseo de que sus canciones dejen de habitarnos, abren paso a Muñecas, que no tarda en poner pie en el escenario.

Nos reacomodamos entre cervezas y abrazos, y comienza un viaje eufórico ante la apertura de Fabri al micrófono, acompañado de su banda que no dejan rincón del escenario sin estallar.No hay silencios entre las primeras declaraciones de amor que evocan las guitarras de Marky Ribak y Fabri, Lucas Tecce en sintetizador, el bajo de Manu Camarasa y la bata de Daniel Menegozzi.

Vuelve en “Tu Nombre” la presencia de Agus, y de nuestra parte soltamos suspiros de placer por escuchar las voces juntas nuevamente. Entre saltos, saludos a las familias, registros de celulares, terminan por incendiar todo con “Take on me”(A-ha).

Ya finalizado, el despeje y caminar lento del centro del salón, es acompañado de temblores en los adentros, volvemos con las gargantas sedientas a la barra, se retoman algunas charlas, saludos y despedidas de nuestras miradas abrillantadas; que sin parpadear habían sido testigos sensibles de un caminar sin rumbo por los paisajes musicales que nos obsequiaron artistas de primer nivel de la ciudad de Rosario.

Fotos y texto: Luciano Scotta